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La necesidad hace milagros

Juan Carlos Tabío maduró en su trabajo de director junto al inolvidable maestro del cine cubano Tomás Gutiérrez Alea, hasta el punto de que en los últimos tiempos fue su gran auxiliar cuando la salud del inolvidable Titón flaqueaba hasta el punto de trabajar con él en Fresa y chocolate (1993) y codirigir Guantanamera (1994). De ese mismo espíritu participa El cuerno de la abundancia, que parte un poco de la idea de esa frase tan popular en Cuba propia de la crisis económica que desde hace mucho tiempo aqueja a la sociedad cubana bajo el poder omnimodo, represivo e interminable de Fidel Castro: "La necesidad hace milagros". Es decir cuando la penuria del bolsillo agudiza el ingenio y se produce el prodigio de seguir viviendo o malviviendo.

A modo de una satírica fábula Juan Carlos Tabío nos presenta esta historia que sucede en una pequeña población cubana, Villar del Río, en la que una noticia inesperada supone toda una conmoción para todos. Al parecer los que se apelliden Castiñeira tienen derecho a percibir una apetitosa herencia, que unas monjas depositaron en un banco de Inglaterra en el siglo XVIII. Los que llevan ese afortunado apellido se apresuran a realizar los trámites oportunos para poder tener derecho a tan sustancioso legado. Pero surgirán muchos problemas y un sin fin de obstáculos para poder conseguir semejante beneficio. Bernardino será quien se ponga al mando en esta esforzada búsqueda de tan ansiado tesoro.

Juan Carlos Tabío trata de sumarse a esa visión amarga del desencanto ante la realidad de la Cuba de hoy, cincuenta años después de lo que parecía un sueño de redención, para contemplar las cosas, un tanto suavizadas por el humor, la ironía y el desenfado, pero que no deja de retratar una evidencia social donde parece que cualquier enredo o compadreo puede servir para seguir tirando, o para hacer efectiva, insisto, esa frase tan oída en la actualidad en aquella tierra de que "la necesidad hace milagros", que nos ha servido hoy de título y que constituye el más sonoro slogan del cartel de la película.

Esta nueva especie de ¡Bienvenido Mister Marshall!, como en la película de Luis García Berlanga, sirve aquí como un engaño para incautos como una promesa de solución para mitigar necesidades evidentes y miserias insoslayables.

Internet que sirve para tantas cosas, parece en ocasiones un lenitivo, para quienes tratan de conseguir sencillos elementos del hogar de los que carecen. A modo de comedia costumbrista, el realizador cubano, se apunta una vez más a ese humor caricaturesco o grotesco, en ocasiones, que entorna visiones más profundas y dramáticas de un estado de cosas lamentable. Ocurre que no siempre la noble intención logra los propósitos y la broma no resulta tan efectiva o que los personajes no sean el retrato de los tipos de la vida real y se queden en caricatura. Ni siquiera la voz directa dirigida a los espectadores logra el guiño cómplice que pretende ganárselos demasiado pronto. Pero voluntarismo no falta.

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