Huelva

La luz de Huelva en Jesús Hermida

  • Hablaba de la ciudad con alegría, la conocía bien y le permitía transmitir un especial sentido de onubensismo Trabajaba en un estudio de la imagen en la obra de 'Platero y yo'

HACE tan solo unos meses completábamos con un libro la celebración del centenario de la Asociación de la Prensa de Huelva, tras poner en valor aquella fecha de 1910 que apareció cuando se celebra el centenario de la llegada a Huelva de las Hermanas de la Cruz. Lo dimos a conocer aquí, en estas páginas. A partir de ahí, una celebración en la que la Asociación de la Prensa de Huelva ilusionó a muchos, incluso a Jesús Hermida, quien, aunque por diversos motivos no pudo trasladarse a Huelva, sí envió un saludo entrañable en videoconferencia.

Como el compromiso de hilvanar la historia de la APH se fue dilatando, sumando muchos más datos a aquella fecha de 1910, hasta hace unos meses no se le ponía cierre a lo que iba a ser prólogo de un nuevo camino periodístico. Jesús Hermida accedió a realizar el Prólogo para cien años, quizás sus últimas palabras dedicadas a Huelva. Ahora, que han pasado unos días de su marcha, he querido compartir aquel texto. Resulta ser una profesión de onubensismo extraordinaria y de amor a la profesión; se sumaba a esos esfuerzos del centenario "...por reconstruir y mantener viva la memoria de un siglo de periodismo en (esta) ciudad, que también es la mía, y en la que en tiempos distantes y lejanos uno quiso ser periodista sin saber por qué, sin saber siquiera qué era eso con lo que yo soñaba y cómo se conseguía. Razón por la cual, ya que uno no puede ni quiere olvidar ni su tierra ni sus orígenes, yo me consideró un periodista de Huelva, modesto heredero de nuestra Historia común y compañero de todos, ellos y ellas, los que mantienen el espíritu de nuestra profesión de la ciudad donde tuve la suerte de nacer".

La Asociaciónde la Prensa le hizo presidente de honor en su último asamblea general, aunque a él lo que le gustaba era ser un socio más. Me dijo entonces que trabajaba con Platero y yo, su libro de cabecera. Quería llevarlo a su visión de hombre de la televisión y sacar los planos de imágenes que tiene cada capítulo. Esperaba que se publicara en Huelva.

Seis años hacía que había concedido su última entrevista para un periódico onubense. Lo hacía aquí, en Huelva Información, en La Huelva de..., que publicamos el 21 de septiembre de 2008.

En aquella ocasión tuve la oportunidad de conocer de cerca a un maestro del periodismo contemporáneo y , sobre todo, a un onubense. Desde el primer instante, por lo que contaba de sus recuerdos, que llevaba grabado en una memoria generosa, supe que estaba delante de un choquero. Además, inquieto y travieso desde joven. Pocos saben exaltar a un Conquero vestido de blanco o tornado de amarillos: "Nuestras madres no nos dejaban subir al cabezo, pero siempre encontrábamos un momento para ir; en primavera, en esa primavera adelantada que teníamos en febrero con los almendros en flor, que era una maravilla. Los cabezos se llenaban de flores, de margaritas blancas y amarillas, fastuosísimo. Uno no se podía imaginar que un lugar inhóspito se pudiera convertir en un jardín del Edén".

Había nacido Jesús Hermida en una casa del callejón del Teatro Mora. Aquella era una ciudad sencilla: "Un pueblo grande, la vida estaba estratificada en clases sociales muy marcadas, vivíamos como en una lejanía". A pesar de ello "teníamos un gran sentido de nuestro lugar, como muy nacional, muy huelvano u onubense". Recordaba los cambios que se producían: "Un día me vino un amigo y me dijo 'ya somos como Madrid'. Y es que en un edificio de La Placeta estaban poniendo el Fénix. Aquello nos parecía majestuoso. Era una ciudad muy pequeña, sin grandes novedades, pero nos sentíamos muy orgullosos, muy onubenses".

Una Huelva en la que todo se reducía para los chavales en los paseos por la calle Concepción, "por un lado los chicos, y por otra, las chicas". Así que con diecinueve años, en 1956, decide salir y llega a Madrid. Su padre había fallecido en la mar y él quería abrirse un nuevo futuro que entendía no le sería posible en Huelva.

Con el tiempo se convirtió en el gran profesional de los medios de comunicación que todos conocimos. El que un 20 de julio de 1969 daba gritos diciendo que el hombre pisaba la luna, como recogía el New York Times como anécdota en su edición del día siguiente. Colón nos llevó a a América y Jesús Hermida, desde ella, nos hizo volar hasta la luna.

En su reencuentro con Huelva notó los vacíos, familiares y de una ciudad cambiante: "La vida es así, no se para, no se detiene con el pasado. Me ocurrió que ahora era el señor de la tele. No sabía dónde ir y acababa cenando solo en el hotel. No era el Jesulito de mi madre de la calle Jacobo del Barco. Se habían perdido aquellos vínculos, no encontraba a los amigos por aquellos lugares del recuerdo y de juegos, en La Palmera, la Plaza de las Monjas o en La Merced".

Sin embargo siempre había estado unido a Huelva en lo afectivo, agarrado a un viejo símbolo marinero. Un ancla de madera de un escudo que le regalaron en Las Colombinas: "Ha viajado conmigo a Nueva York, a todas partes, mi anclita".

Hacía bromas con su habla que quizás no estuviera ubicada en ninguna parte, pero se sentía onubense. "Miren el carné -decía- eso no me lo puede quitar nadie". "Lee lo que dice aquí, nacido en Huelva, eso, macho, no me lo puedes quitar".

En él estaba siempre la ciudad donde comenzó a jugar con la palabra: "Me daba por ir por la calle en Huelva contando en voz alta las cosas que veía. Siento una curiosidad brutal y en una simple servilleta de papel acabo anotando. No he perdido la curiosidad, me gusta contar pequeñas cosas". Y es que la luna de Jesús Hermida estaba en Huelva, en esos sueños que parecían inalcanzables y que él acercó a todos.

En aquel septiembre de 2008 reconocía en Huelva Información su deseos por volver. Hablamos de la costa, de sus nuevos hoteles, de lo que las playas habían cambiado para mejor. Decía que todo ese sentimiento suyo por Huelva y el mar le llevaba a que "estamos pensando en acabar por allí, porque esa luz es la luz". Me consta que gustaba de acercarse de manera privada cada año por la luz atlántica de Huelva, la que mira al infinito de América.

En su despedida leyeron un pasaje de Platero y yo. Para concluir he querido también elegir uno para él: "Mira, Platero, qué de rosas caen por todas partes: rosas azules, rosas, blancas, sin color... Diríase que el cielo se deshace en rosas. Mira cómo se me llenan de rosas la frente, los hombros, las manos... ¿Qué haré yo con tantas rosas? (...) Parece, Platero, mientras suena el Ángelus, que esta vida nuestra pierde su fuerza cotidiana, y que otra fuerza de adentro, más altiva, más constante y más pura, hace que todo, como en surtidores de gracia, suba a las estrellas, que se encienden ya entre las rosas... Más rosas...".

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