Entrevista

Carmen Rodríguez: “Hay grupos de población más expuestos al virus por sus condiciones sociales”

  • Asegura que la Covid-19 ha atentando contra la “esencia” de la naturaleza humana, la sociabilidad

  • Sostiene que el confinamiento ha supuesto un aumento de la violencia de género

La socióloga e investigadora, Carmen Rodríguez, en los jardines de la Casa Colón.

La socióloga e investigadora, Carmen Rodríguez, en los jardines de la Casa Colón. / Alberto Domínguez (Huelva)

La salud es un “reflejo” de los aspectos sociales de la persona. Así lo asegura la doctora en Sociología, Carmen Rodríguez, quien, desde sus inicios en este campo, ha centrado sus investigaciones en cómo las desigualdades sociales influyen en la salud de la población. Apoyada en sus estudios y experiencias, tanto en docencia como en la consultoría de diversos organismos públicos, la socióloga de la Universidad de Huelva analiza en Huelva Información cómo afecta el modo de vida a la incidencia de la Covid-19, así como las consecuencias y secuelas que ha dejado el virus en los diferentes grupos de población.

–Tras más de diez meses de pandemia de coronavirus, ¿cómo se han visto afectados los grupos más vulnerables de la sociedad?

–La pandemia afecta, sobre todo, a la población que padece dos tipos de vulnerabilidades. La vulnerabilidad clínica –que es de la que más se habla–, la cual contempla aquellos grupos de población que, por edad o por tener determinadas enfermedades, –como diabetes, patologías cardíacas o enfermedades respiratorias–, tienen una mayor probabilidad de sufrir complicaciones clínicas severas, hasta el punto de que su vida podría verse comprometida si se infectan. Además, afecta a la población con más vulnerabilidad epidemiológica, relacionada con la vulnerabilidad social –de la que se habla menos– y que tiene que ver con las condiciones de vida de las personas. Esta población, por sus condiciones de vida, tienen mayor probabilidad de infectarse porque tienen una mayor exposición al virus y también tienen un mayor retraso al diagnóstico y peor acceso a la asistencia sanitaria y al tratamiento de la Covid-19. Tales personas presentan mayores dificultades para cumplir las medidas de confinamiento y de cuarentena. En general, el coronavirus tiene un mayor impacto en sus condiciones de vida y en su bienestar y trae consigo un aumento de su pobreza. Un ejemplo muy claro lo tenemos en los colectivos migrantes, como es el caso de las temporeras marroquíes de Huelva, dado que muchas de ellas no tienen ni tarjeta sanitaria.

–¿Ha invisibilizado la pandemia a los grupos minoritarios?

–Sí, aunque creo que se ha ido tomando conciencia en la medida en que se ha ido adquiriendo perspectiva. Recuerdo una de las frases que más se ha dicho durante la primera oleada de la epidemia, la cual cita que “el virus no entiende de clases sociales”. Esto no es del todo cierto y tiene importantes matices. Si bien es cierto que biológicamente el virus puede contagiar a cualquier persona, independientemente de su raza, origen social o sexo, también lo es el hecho de que hay grupos sociales que están más expuestos al virus por sus condiciones de vida.

–¿Cómo valora el papel de las asociaciones con estos colectivos desde la irrupción de la Covid-19?

–Para mí es fundamental porque llegan e intervienen en rincones que, a veces, están olvidados por el Estado y otras administraciones. Son ángeles de la guarda para estos colectivos y su labor es encomiable. Tal es el caso de M42H con las mujeres temporeras marroquíes, que han visibilizado cómo los problemas de accesibilidad al sistema sanitario se habían incrementado en el confinamiento o la labor de Huelva Acoge con los más desfavorecidos de la provincia.

–Una vez finalice la pandemia, ¿qué comportamientos prevé en la sociedad?

–Depende de cómo se resuelva, dado que sería diferente si la ciencia va a ser capaz de controlar el virus. A fecha de hoy existe mucha incertidumbre y no se pueden hacer predicciones de futuro. Lo que sí me creo es que va a mantenerse el uso que hemos hecho de las nuevas tecnologías, así como las ventajas que el teletrabajo ha traído consigo en algunas profesiones. Igualmente, mantendremos el camino hacia la digitalización que ha emprendido el sistema educativo.

–Los efectos de la Covid-19, ¿afectan más a corto o a largo plazo?

–A nivel sanitario, cuanto mayor sea el tiempo que pase sin que se controle esta pandemia, más muertes acumuladas tendremos, más casos de incidencia acumulada se darán, el tejido empresarial se verá más dañado por las restricciones y, por consiguiente, la salud mental de la población también. Por tanto, cuanto más se dilate en el tiempo esta situación, más efectos acumulados tendrá. No obstante, es cierto que el tiempo ha jugado a favor para mejorar el manejo clínico de la enfermedad, disponer de una vacuna eficaz o para conocer qué medidas son más eficaces a la hora de evitar contagios, entre otras cuestiones.

–¿Qué secuelas puede tener una persona tras la pandemia?

–Las secuelas pueden ser muchas y diferentes, dependiendo de las circunstancias que se hayan dado. En casos extremos, pueden producirse desde secuelas emocionales por la pérdida de un ser querido –a las que hay que sumarle el desasosiego de no poder acompañar y despedirse de la persona–, hasta las secuelas clínicas que pueden quedar tras la enfermedad. Del mismo modo, también contemplamos secuelas en la salud mental por el confinamiento y secuelas en la calidad de vida por la pérdida del empleo del poder adquisitivo.

La socióloga e investigadora, Carmen Rodríguez, en los jardines de la Casa Colón. La socióloga e investigadora, Carmen Rodríguez, en los jardines de la Casa Colón.

La socióloga e investigadora, Carmen Rodríguez, en los jardines de la Casa Colón. / Alberto Domínguez (Huelva)

–Las relaciones sociales han cambiado.

–Sí que han cambiado. Podemos decir que el virus ha atentado contra la esencia de la naturaleza humana: su sociabilidad. La Covid-19 ha modificado, de momento, muchos rituales sociales de nuestra sociedad, como los rituales ante la muerte, o los rituales de casamientos, o tradiciones como la Navidad, la Semana Santa o los Carnavales, así como el propio acto social de comer, o el simple gesto de saludarnos. Podría decirse que ha cambiado el significado de muchos comportamientos sociales. Por ejemplo, si antes lo deseable socialmente y correcto era estrecharse las manos para saludar o besar las mejillas, ahora este mismo comportamiento pasa a tener un significado de desaprobación social, e incluso adquiere estatus de prohibición. Algo parecido pasa con los cuidados a nuestros mayores.

–Tras la pandemia, ¿cree que permanecerán vigentes los cambios producidos en el ámbito de las relaciones sociales?

–Depende del tiempo y de si conseguimos finalmente controlar este virus. En el escenario de que se controle totalmente el virus y su trasmisión, intuyo que volveremos a salir como antes, nos reuniremos, iremos a conciertos, volverán los botellones, las Navidades en familias y todo tipo de encuentros sociales. Y en el escenario contrario, pues algunos cambios tendrán que quedarse.

–¿Qué diferencias observa en las consecuencias personales con respecto a la crisis de 2008?

–Una de las grandes diferencias entre la crisis del año 2008 y la pandemia actual son las pérdidas de vidas humanas o el impacto en la salud de la persona con la Covid-19. También otra diferencia que encontramos está en las restricciones sobre determinadas libertades individuales y ciudadanas que no se dieron en la crisis de 2008, o los cambios producidos en las relaciones sociales antes mencionados. En cuanto a las semejanzas entre ambas, aunque con causas diferentes, contemplamos la recesión económica.

–¿Cómo afectó el confinamiento a a la población y que supondría un nuevo encierro en casa?

–Las consecuencias fueron muchas. La más inmediata y visible fue la pérdida de la libertad. Del mismo modo, la violencia de género aumentó, al igual que lo hicieron las demandas por separaciones después del confinamiento. En este sentido, ya hay estudios que ponen de manifiesto las consecuencias que para la salud mental tuvo el primer confinamiento, por lo que los psicólogos llevan tiempo advirtiendo de las consecuencias más severas que puede tener un segundo confinamiento para la salud mental. En general, el confinamiento afecta más a los grupos más vulnerables, comprendidos por las mujeres, la infancia, las personas mayores o los inmigrantes.

–Respecto a la educación, ¿la pandemia ha acentuado las desigualdades como consecuencia de la brecha digital?

–Todas las crisis y recesiones económicas acentúan las desigualdades sociales. El primer confinamiento visibilizó la brecha digital existente entre las familias y dificultó aún más el proceso de aprendizaje de aquellos niños y niñas en desventaja social, que además no tenían impresora o buena conexión a internet y, en muchos casos, ni ordenadores, que se convierten en herramientas esenciales durante el confinamiento para poder asistir a la escuela on line.

–¿La vacuna alivia los efectos negativos que ha dejado la pandemia en la población?

–Sin lugar a dudas, alivia y alienta a la esperanza y a ver la luz al final del túnel. Nos proporciona tranquilidad, pero también en estos últimos días estamos viendo que quedan muchas cuestiones por resolver. Por ejemplo, cómo conseguir una administración de la vacuna equitativa para la población, la disponibilidad de la vacuna en el mercado internacional o la administración a la población en el tiempo adecuado. Estas son cuestiones que desaniman y que hacen que la población pierda confianza.

–También hemos podido observar cuantiosos bulos en estos meses. ¿Cómo nos afectan y como podemos luchar contra ellos?

–Nos afectan en muchos aspectos, porque muchos de estos bulos dan remedios milagrosos para tratar o prevenir la Covid-19. Los mismos no tienen ninguna base científica y pueden empeorar la eficacia de las medidas establecidas. Además han generado más incertidumbre de la que ya había, incrementando la desinformación y el caos. Un consejo es poner siempre en cuarentena los mensajes reenviados masivamente por whatssap por muy verdaderos que parezcan, y consultar siempre en fuentes oficiales.

–¿El vaivén de restricciones nos hace valorar más determinados aspectos de la vida?

–El vaivén de restricciones desconcierta, confunde y resta credibilidad y seriedad. Colectivamente, puede que se valore más estar al aire libre, o poder pasear por la naturaleza, o la importancia de tener un sistema sanitario que funcione, pero creo que, sobre todo, se valora la libertad y la movilidad porque las echamos de menos.

–¿Cómo valora la figura del científico durante la pandemia?

–Hemos visto cómo en los momentos de más incertidumbre durante la pandemia, en nuestras pantallas de televisión han pasado a un primer plano instituciones científicas como el Instituto de Salud Carlos III. Con esta crisis sanitaria, se ha visto el papel esencial que juega la ciencia en la sociedad y la imperiosa necesidad de que la política escuche a la ciencia a la hora de abordar estos escenarios.

–Expertos apuntan a que la incidencia del virus depende también de los comportamientos sociales. ¿En qué nos diferenciamos de otros países?

–La pandemia del Covid se desarrolla en contextos sociales. La cultura, la demografía, la economía, la política e, incluso, la localización geográfica de los países influyen lógicamente en una mayor propagación e incidencia. Todo suma e influye. Por ejemplo, en relación al distanciamiento social como medida de prevención, hay países que, por su sistema cultural, como puede ser España, antes de la pandemia “esa distancia social” culturalmente era mucho menor que en otros países, como los nórdicos que, por su sistema cultural, siempre han tenido una mayor distancia social en una simple interacción cotidiana. También puede influir la disciplina al cumplimiento de la norma que existe en países de Asia Oriental y que en España es menor.

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