Huelva

La extraordinaria 'experiencia Alvia'

  • Aunque esta vez no fue por una avería, el transbordo en La Palma sorprendió y enojó a algunos viajeros

Hay viajes de muchos tipos y para todos los gustos. Cruceros fluviales, vuelos de última hora, rutas de senderismo, desplazamientos en coche o autocaravana para encontrarse con uno mismo, para conocer otra cultura o sumergirse en los ancestros. También hay rutas que prometen una desintoxicación digital y, por supuesto, los hermosos y tradicionales desplazamientos en tren, por mencionar algunos. Y luego están los viajes en el Alvia entre Madrid y Huelva. Son una experiencia aparte, constituyen una modalidad en sí mismos.

Lunes 23 de abril, son casi las seis de la tarde en Atocha. La jornada viajera se inicia con normalidad. Es decir, con una marabunta de viajeros que con cierto grado de desesperación deambulan por la zona de la estación en la que se ubica la salida hacia la vía 11, donde suele situarse el tren a Huelva. A pesar de la hora, el ferrocarril no ha llegado aún y los usuarios se impacientan a la espera de saber a qué vía deben acceder.

En cinco minutos parte el Alvia 02384 desde Madrid hacia la capital onubense, pero desde megafonía repiten de forma machacona que se informará "oportunamente" a los viajeros de su ubicación. Da tiempo de comprar un libro, de comerse un bocadillo y de hacerse un reportaje de selfies con Valdano, que amablemente atiende a unos jóvenes que se le acercan. "Hay que ver qué bien envejecen algunos", le dice una señora a su marido (con cierto tono de reproche).

El resto de trenes con destino a otras ciudades ya están situados en sus vías desde hace tiempo, pero del Alvia a Huelva no hay noticias. No pasa nada, que ya se sabe que la cosa no es igual de divertida sin su pizquita de emoción, sin las prisas en el estand y sin las carreras atropelladas por la escalera mecánica (maleta en mano) hacia el coche correspondiente.

Llegar sin aliento al asiento tiene su punto y, en el caso de que alguien se haga ilusiones al pensar que le devolverán el dinero ante el más que augurado retraso en la llegada, siempre hay alguien que se encarga de hundirte y de recordarte aquello de que "luego el tren siempre recupera el tiempo".

Ya dentro del coche tres, algunas personas comentan que habrá transbordo en la Palma del Condado. Muchas desconocen el motivo, pero aseguran que, cuando compraron sus billetes, desde Renfe les informaron a través de un mensaje de texto de que tendrían que coger un autobús. No es el caso de quien suscribe estas líneas, que se enteró dos días antes a través de un compañero del periódico de que, debido a la inauguración de la nueva estación, el Alvia no completaría su recorrido hasta su destino habitual. Sin embargo, otros pasajeros lo desconocían hasta que, ya en el tren, se les informó por megafonía. El enfado era incipiente.

Hasta La Palma, el viaje transcurre sin incidencias importantes, más allá de la evidente animación de un grupo de jóvenes que probablemente agotaron las existencias de cervezas de la cafetería. Digna de admiración la estoicidad del camarero.

Una vez en La Palma, los viajeros, ya con caras de muy pocos amigos, se suben en los tres autobuses. Entre que hay que meter las maletas en la zona de equipaje y la subida se van 20 minutos. En este punto es cuando parece una quimera aquello de que una dormirá en su cama.

Entonces, las quejas de algunos viajeros se hacen evidentes y una señora lo paga con el conductor del autobús, al que le advierte reiteradamente que pedirá la devolución del dinero y le expresa sus quejas una y otra vez. Otra señora, desde el fondo, le explica que el conductor no tiene la culpa.

Tampoco falta quien pregunta a voz en grito si el autobús parará en la estación de Damas. Mantienen su alegría, eso sí, quienes viajaron hasta la Palma en la cafetería del tren. Y así, a las diez y media de la noche llega el autobús a la estación, apenas diez minutos más tarde lo previsto. Es la insólita 'experiencia Alvia Madrid-Huelva', llena de matices, de vivencias y de surrealismo.

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