En España, quizá nada apasione tanto como el juego del fútbol, “un verdadero juego, un ejercicio divertido”
Crónicas de otra Huelva
El periodista onubense José Ponce Bernal, uno de los primeros cronistas deportivos del país y gran amante de este deporte, cree que esa pasión está localizada y puede restar energías a otras pasiones más nobles
Ponce Bernal: “No hay, no ha habido una dictadura que haya dejado un buen recuerdo”

La Introducción
UNA PASIÓN LOCALIZADA
La afición por el fútbol centra en exceso la vida de las personas
Los aficionados al fútbol y quienes vivimos de cerca la pasión por el Recre -porque tenemos en casa fervientes seguidores del equipo onubense-, venimos sufriendo estos días una suerte de catastróficos encuentros en los que el Decano no encuentra el fondo de la portería, haciendo sufrir en exceso a la afición.
Cuando escribo este texto no sé lo que va a pasar el domingo (por ayer), pero desde luego mi deseo es que el Recre gane y vuelva a salir de los puestos de descenso a una categoría muy inferior para nuestro Recre, en la que ni el equipo ni la afición merecen situarse. Ponce Bernal no buscó un seudónimo cualquiera. Elige los colores de su ciudad y los colores del equipo onubense: Blanqui-Azul. Le gusta identificarse con su tierra y sus valores; y considera la importancia que el fútbol tenía en ese momento. Ya se refería a él como un fenómeno de masas.
El 12 de agosto de 1930 cuenta que estuvo en el Velódromo viendo un encuentro entre onubenses y sevillanos con un amigo, a quien decía considerar inteligente, que había arremetido contra este deporte, no por el juego en sí, sino por las disputas que provocaba. Encontró la excusa para describir la pasión que generaba el fútbol. Relata escenas de la vida cotidiana en la ciudad donde el juego inglés de moda ocupaba un papel primordial en las calles y plazas y era motivo central de las tertulias en los bares y cafés, dejando en un segundo plano otras manifestaciones de la vida nacional que pasaban "silenciosas e inadvertidas", lo que considera "excesivo", como podemos leer en su artículo. Cree triste que, además, se hablara del fútbol como una pasión de espectador comparable a las corridas de toros. No es un "defecto exclusivamente español", decía el comentarista apuntando que en el boxeo la pasión desde fuera era mucho más evidente. No obstante, piensa que tanto uno como otro se presentaban como puro espectáculo, mientras que el fútbol era "un verdadero juego: es decir, un ejercicio divertido, no para los espectadores, sino para los actores".
La profesionalidad del fútbol, no obstante, había variado las características del juego, porque antes la pasión surgía del desinterés y todo se ventilaba entre aficionados; en cambio, en ese momento, con los profesionales aumentaba el interés del juego por el juego y se moderaba así la pasión local. Terminó preguntándose si ese ardor del momento serviría para algo en el futuro y habría que agradecer algún día una enseñanza provechosa, porque "posiblemente de nada necesitamos tanto como de pasión y de entusiasmo". Puntualiza, no obstante, que "no sirve para nada grande y elevado. Es una pasión localizada, que resta energías para otras pasiones más nobles..." Sin desdeñar la importancia del deporte y el entusiasmo que suscita el fútbol, Ponce se decanta finalmente por considerar que no debía centrar de la manera en que lo hacía la vida de las personas (qué diría ahora…).
El domingo, acompañado de un amigo, estuve en el “Velódromo” presenciando la pugna balompédica entre onubenses y sevillanos.
Durante el partido y a la terminación de él, mi amigo –inteligente y culto- arremetió contra el juego del fútbol. ¿Por el juego en sí? Más bien por la pasión que inspira a los espectadores: por las discusiones y aún odios que suscita. En efecto: por el fútbol riñen no ya unos pueblos y unas familias, sino aun dentro de las familias unos individuos con otros. Tengo una hermana admiradora de los colores del Real Club que no desaprovecha la ocasión para afearme y echarme en cara lo que ella, muy olímpicamente, llama mi “manía titánica”.
En los periódicos el fútbol ocupa planas enteras; los retratos de los ases del juego pasan de mano en mano como los de unos héroes de leyenda; en cafés y barberías se hacen pronósticos, comentarios y críticas, y no es raro el que en la calle veamos a un chico conduciendo con la punta del pie, y regateando por entre los guardias urbanos, una lata de sardinas o una cáscara de sandía. Todo esto es, quizá, un poco excesivo y tanto más cuanto que otras manifestaciones de la vida nacional pasan silenciosas e inadvertidas. En España, quizá nada apasione tanto como el juego del fútbol.

Y lo triste de esta pasión es que se trata de una pasión de la parte de fuera. Es decir, que aparece como una de tantas pasiones de espectador. Así la de los toros, más cruel, aunque de la misma calidad; apasionarse sin riesgo, en tanto que en el ruedo unos cuantos hombres se juegan la vida de veras . Esto, sin embargo, no es un defecto exclusivamente español. En el boxeo esta pasión desde fuera es aún más evidente. Pero en el boxeo, sin duda, como en los toros, hay más espectáculo, en tanto que el fútbol es un verdadero juego: es decir, un ejercicio divertido, no para los espectadores, sino para los actores.
Después, al surgir el jugador de fútbol profesional, hizo variar un poco las características del juego. Aunque con ello, quizá, pierda un poco de calor el apasionamiento del público. Porque la pasión del fútbol nació, precisamente, por el desinterés: porque todo se ventilaba entre aficionados y era la gloria comarcal, cuando no el pabellón nacional lo que se jugaba. Con profesionales es otra cosa. Con ellos quizá aumente el interés del juego por el juego, moderándose la pasión local que tantas luchas de dialéctica ha provocado.
Cabe ahora preguntar. ¿Y toda esta pasión del fútbol servirá algún día para algo? Si sirviera podríamos agradecer al juego una enseñanza provechosa. Porque posiblemente de nada necesitamos tanto como de pasión y de entusiasmo. Pero no, esta pasión del fútbol, como antes de la de los toros -haya que reconocer que ahora se habla mucho más de fútbol que de toros- no sirve para nada grande y elevado. Es una pasión localizada, que resta energías para otras pasiones más nobles…
BLANQUI-AZUL
Diario de Huelva, 12-08-1930
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