Diez años sin Jesús Hermida, un "periodista de Huelva, buena persona" y pionero por excelencia

Su tierra y su profesión no olvidan la gran herencia del periodista, una década después de su muerte

Los tesoros más curiosos de Jesús Hermida en Huelva: su amor por Los Beatles, el viaje a la luna o sus notas en el colegio

Retrato de Jesús Hermida, en el Centro de la Comunicación que lleva su nombre. / Alberto Domínguez

Hace una década que el mundo de la comunicación quedaba un poco más huérfano, más descabezado, y que Huelva perdía a una de las figuras de orgullo para su tierra, a la que siempre quiso volver. Diez años desde el último adiós a uno de los más grandes periodistas nacionales, que hoy todos recuerdan como el motor de cambio de la televisión y pionero de formatos entonces inexplorados en nuestro país.

Se cumplen diez años de la muerte del periodista Jesús Hermida, que aunque se definió a sí mismo en alguna ocasión como simplemente "un tipo melancólico de nacimiento y tímido" al que le gustaba "vivir y, por lo demás" era "buena persona", ha pasado a la historia como un transformador de la televisión, icono de las mañanas y programas matinales y referente de la pequeña pantalla. Entre su infinito legado se encuentran las retransmisiones de momentos que marcaban la historia de la humanidad, entrevistas singulares y la creación de un estilo periodístico propio.

Era su voz elegante y sonora la que traspasaba las paredes de las casas del país, mientras sus ciudadanos desayunaban y miraban atónitos unas imágenes en blanco y negro que, sin aquella sucesión de palabras entonadas por el periodista, hubieran quedado incompletas. Una mañana del 20 de julio de 1969 narraba para toda España y en primicia la llegada del hombre a la Luna. "Las imágenes hablan por sí solas. El hombre deposita por primera vez, su pie, su cuerpo (...) en la Luna". Un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad que lo acompañó a lo largo de toda su carrera y que le abrió un hueco definitivo en el panorama televisivo.

Solo un año antes, en el 1968, el entonces treintañero periodista pasaba a convertirse en el primer corresponsal de Televisión Española en Nueva York, donde se mantuvo durante algo más de diez años. Conectaba su país natal con otra parte del mundo y descubría a sus telespectadores momentos como la muerte de Luther King y el asesinato de Kennedy -aún recién llegado y como uno de sus primeros trabajos en el 1963-, la Guerra de Vietnam o el caso Watergate.

En sus más de diez años como corresponsal, ya había creado fama, acumulado méritos y había inspirado a una gran cantera de periodistas que querían seguir, al pie de la letra, cada uno de sus pasos. Pero a él la cámara le quería, y él quería a la cámara. Una fórmula que no suele repetirse -o al menos con tanto tino y por lógica- cada cierto tiempo.

De vuelta a España y con tanto que aportar, se dispuso a revolucionar el concepto de televisión de entonces. Luego, personalidades internacionales de todos los ámbitos se mostraban íntimas y sucumbían a la voz del onubense, y el español lo captaba desde su salón. Tiempo después de llegar, en 1987, le encomiendan otra de las tantas tareas que le otorgarían la medalla de pionero, el primer magazine matinal español.

Telediarios, programas de distinta índole y una última entrevista diez años antes de morir también llevaban su esencia y seña de identidad. A Huelva le ataban sus raíces, el ya conocido recuerdo de su padre que era pescador y que desaparecía sin dejar rastro en la mar, y su deseo de regresar. En textos que escribió algún tiempo antes de morir y que este mismo periódico reformulaba, confesaba ser un "periodista de Huelva, modesto heredero de nuestra Historia común y compañero de todos, ellos y ellas, los que mantienen el espíritu de nuestra profesión de la ciudad donde tuve la suerte de nacer". La misma ciudad que recoge en un centro que lleva su nombre cada hito de su carrera.

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