GENTE INTELIGENTE

Por qué es bueno entrenar la frustración

Por qué es bueno entrenar la frustración

Dejad que las niñas y los niños se frustren. Es una frase que llamó mucho mi atención la primera vez que la oí. Estaba en una conferencia de educación emocional, y las voces profesionales que se daban cita abundaban en los beneficios que tiene aprender a tolerar la frustración desde la infancia, algo que choca de frente con la educación sobreprotectora, los cuentos edulcorados, la urgencia en obtener resultados y el espejismo ideal que muestra todo el mundo en las redes sociales.

Los pasos iniciales fundamentales para aprender a gestionar la frustración son: primero, reconocer y facilitar la emoción que se siente, que muy posiblemente sea enfado porque no se cumplen las expectativas, o quizás también tristeza; después es necesario saber expresarlo, tanto para desahogarse como para comunicar a las demás personas lo que se necesita de una forma productiva. Si te fijas, así comienza cualquier camino de desarrollo de la inteligencia emocional.

Así que, saber frustrarte aumenta tu inteligencia emocional, tu flexibilidad y tu adaptación a los cambios, y por tanto, facilita tu capacidad para gestionarte emocionalmente y evitar las reacciones desproporcionadas. También aumenta la seguridad en ti, cultiva tu paciencia, reduce el estrés, mejora tu habilidad para superar obstáculos y también para resolver conflictos. Y todo eso te ayudará a aceptar la vida tal como es y ser más feliz, seguro.

Cinco ejercicios para entrenar la tolerancia a la frustración

Conoce bien cómo te frustras. Dedica algún tiempo a identificar cómo reaccionas y cuáles son las primeras señales de las emociones que acompañan a tus experiencias frustrantes. Apúntalas. Quizás sean molestias físicas, como dolor de estómago o de cabeza, sudor, rubor… Y también apunta las molestias emocionales: ¿te quedas sin energía?, ¿te dura el enfado mucho tiempo?, ¿lo ves todo negro varios días? La idea es reconocerlo con agilidad y reaccionar lo antes posible para no avanzar en ese embudo emocional negativo.

Haz un listado de las pequeñas dificultades habituales que te frustran, y decide periódicamente una de ellas para buscar ocasiones de exponerte poco a poco de forma más o menos continuada. No seas demasiado duro o dura contigo, claro, no quieras subir el Everest el primer día, pero decide cómo quieres reaccionar en vez de como lo haces. Repetirlo obrará la magia del hábito.

Otra forma de trabajar la frustración. Adelántate y prepara soluciones. Como ya te conoces, que para algo le dedicas tiempo a tu autoconocimiento, anticipa siempre que puedas las situaciones que se acercan que podrían encender tu frustración y piensa en cómo quieres reaccionar. Prepáralo, e incluso, ensaya tu reacción o reacciones más apropiadas, o las frases que te vas a repetir en ese momento. Mejor una reacción poco natural que una desproporcionada que te haga daño.

Practica la reevaluación cognitiva, que consiste en cambiar los pensamientos que te surgen según cómo percibes o interpretas tú las situaciones que te frustran, para cambiar así el estado de ánimo. Se trata de poner en tela de juicio o cuestionar lo que piensas, buscando otras posibilidades o alternativas que debiliten los pensamientos negativos que desencadenaron la frustración.

Juega a lo que pierdes. No evites las situaciones o los juegos en los que no sueles ganar, sobre todo si ya tienes claro que no sabes perder. Es una forma estupenda de entrenar la frustración en un contexto controlado sin grandes consecuencias. También es, por cierto, una estrategia muy útil para educar en el manejo de la frustración a las niñas o los niños que son importantes en tu vida mientras pasáis un rato de calidad en el que, además, puedes ser tú el modelo a copiar.

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