El 'buenismo' no es Responsabilidad Social Corporativa
La Responsabilidad Social Corporativa no consiste en patrocinar buenas acciones, ni en convencer a la sociedad de nada que no esté convencida previamente la propia empresa
Las políticas del buenismo empresarial han hecho y hacen daño a la Responsabilidad Social Corporativa. Los gestos de acción social sin coherencia, que buscan más que nada lucir en el escaparate público, agudizan la confusión de los ciudadanos acerca de lo que realmente es y supone la RSC como herramienta de gestión estratégica para las empresas y como alternativa de desarrollo sostenible para la sociedad.
Tampoco me parece muy acertada la visión algo añeja de la responsabilidad corporativa como la forma en la que la empresa devuelve algo a la sociedad. En mi opinión no se trata de compensar nada, sino de dar sentido a la actividad empresarial de forma sostenible y crear un compromiso real entre la empresa y esa sociedad para la que trabaja en favor del futuro de la propia empresa. Ni más ni menos.
De hecho, seguramente son esas políticas del buenismo o de la compensación las que han generado la distancia que existe entre el avance normativo internacional de la RSC y el conocimiento real que tiene de ella la sociedad en su conjunto.
Hace unos días, facilitando un taller de empoderamiento para emprendedoras, una de las participantes recitó una frase aprendida que se me quedó grabada. Dijo que "hemos pasado de la sociedad del bienestar con el Estado a la del bienestar del Estado, y hay que prepararse para la sociedad del bienestar sin el Estado". Ella lo decía aludiendo a algo completamente diferente, sin embargo encontré en esa frase todo el sentido de la Responsabilidad Social Corporativa, que en esencia es la entrada de las empresas a formar parte de la solución global a los retos mundiales.
La RSC, una necesidad global
Ni todos los estados juntos y sus instituciones ni las organizaciones no gubernamentales, llegan a cubrir las necesidades sociales que agravan cada día la brecha económica, social y ambiental que hemos generado a nivel mundial. Eso es un hecho.
Las empresas son agentes sociales indispensables para lograr la sostenibilidad de nuestra sociedad y la Responsabilidad Social Corporativa es una de las mejores herramientas de las empresas para formar parte de la solución a la brecha. Pero participar de esa solución les debe resultar rentable o perderían la esencia misma de su naturaleza empresarial. Así que, además de una necesidad global, la RSC debe ser rentable.
En esta lógica de pensamiento, el buenismo no tiene cabida. La acción social de las empresas sin compromiso y sin coherencia no es ninguna solución, mucho menos a largo plazo. No se trata por tanto de ser bueno con la sociedad, sino de ser más fuerte en la sociedad y cada vez mejores.
La RSC tiene propósito social
Desde esta perspectiva de la gestión empresarial, lo que realmente diferencia la RSC de verdad frente al buenismo es el propósito social de la empresa, su misión, ese valor que decide aportar más allá de compensaciones y gestos bonitos. Este concepto de misión de las organizaciones con fines lucrativos es bastante reciente y es una consecuencia del ejercicio que han hecho las empresas para asumir su papel como agente social de necesaria participación, o no tendrán sociedad para la que trabajar.
Esa misión o propósito social debe estar integrado en la cultura de la organización y debe ser estratégico para el crecimiento de la empresa y por tanto generar rentabilidad. Además debe ser público y compartido con todos los grupos de interés con los que se relaciona la empresa, empezando por sus trabajadores y continuando por sus accionistas, proveedores, clientes, etcétera.
Ese propósito social es el que le da coherencia y sentido a la RSC, y el que actúa como un motor de creatividad, oportunidades y factores de diferenciación y competitividad a medio y largo plazo.
A pesar de todo, lo cierto es que somos un poco incrédulos, y la RSC se va consolidando a medida que las empresas más avanzadas dan pruebas de que funciona. Pero también a fuerza de normativa y leyes. Porque ya es innegable la influencia que tiene, en las agendas de todas las instituciones nacionales e internacionales, la RSC como llave hacia la sostenibilidad global, y que se traduce en medidas que requieren algo más que voluntariedad o filantropía. Poco a poco.
Evolución de la RSC: de foto a estrategia
Desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, muchas son las normativas, acuerdos internacionales, decretos e incluso leyes que se han desarrollado en el mundo para impulsar la Responsabilidad Social Corporativa. Y si bien todavía es algo que depende de la voluntariedad de las empresas, se empiezan a ver gestos en otro sentido. Uno de los más sólidos en nuestro país es la Ley Orgánica 1/2015 de 30 de Marzo por la que se modificó la Ley Orgánica 10/1995 de 23 de Noviembre del Código Penal, y que obliga a todas las empresas de cualquier tamaño a prevenir los delitos en su seno e implantar un modelo de prevención. Persigue garantizar la ética y la transparencia como únicas estrategias de negocio, el nivel más básico de RSC que puede tener una empresa. Las leyes propias del mercado se encargan de diferenciar y potenciar a las empresas responsables. Bien lo saben las grandes firmas cotizadas. Por otro lado, ya son varias comunidades autónomas las que han desarrollado normativas para favorecer a las empresas responsables en las contrataciones públicas. Y por su parte, el Gobierno avanza poco a poco en los compromisos adquiridos en el marco de la estrategia definida por la Comisión Europea, sobre todo en lo relativo a los informes de sostenibilidad. Además, siguen madurando varias normas internacionales, modelos de certificación, sellos… De una u otra forma, la evolución de la RSC es un hecho imparable y las exigencias sociales y legales cada vez mayores. Así que la oportunidad es para las empresas que la usen ahora como una herramienta de gestión estratégica y no para hacerse una bonita foto de posado.
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