Criminalidad en Internet

La agresión informática que más sufren los menores onubenses es la amenaza

  • El 8,9% de los investigados en la provincia tiene entre 14 y 17 años

  • Cometen, principalmente, estafas y delitos de índole sexual

Una adolescente mira el móvil en la oscuridad.

Una adolescente mira el móvil en la oscuridad. / Julio González

Los adolescentes se mueven por Internet como peces en el agua. El medio digital es uno de los escenarios donde socializan. Es útil, si se hace un buen uso de él, pero cuando hablamos de personas menores de edad, su vulnerabilidad se acrecienta. Y también la capacidad de acción de los delincuentes juveniles. Así lo atestigua la estadística de Cibercriminalidad del Ministerio del Interior, analizada por Huelva Información y donde se observa un claro aumento de las victimizaciones en la infancia, pasando en Huelva de las 32 de 2018 a las 44 de 2019, el 37,5% más. Del otro lado, hubo nueve chavales de entre 14 y 17 años investigados por los cuerpos policiales por hechos  relacionados con delitos informáticos, siendo el 8,9% del total de imputados de la provincia por este tipo de infracciones.

La mayoría de perjudicados, 24 en total, sufrió amenazas o coacciones. Son un 84,6% más en solo doce meses. A ellos hay que incorporar otros doce menores damnificados por delitos de índole sexual, entre ellos por tres casos del llamado grooming, que es el acoso y abuso sexual on line, consistente en el contacto que establece un adulto con el niño para ganarse  su confianza y  luego involucrarlo en una actividad sexual.

El fiscal de Criminalidad Informática de Huelva, Alberto Campomanes, también es el delegado de Menores del Ministerio Público. Afirma con conocimiento de causa que “los asuntos sexuales van llegando cada vez más”. Como rasgo llamativo, evidencia que en la jurisdicción de Menores lo que uno encuentra “es que se ha normalizado que cualquier parejita que empieza, con 14 ó 15 años, a la semana está intercambiando  gran cantidad de material íntimo, y al final es un riesgo”. Lo ve cuando se toma declaración a los chavales, que “te dicen: Claro, si llevo un mes con este, claro que nos mandamos fotos. Eso se ha normalizado”.

Aplicaciones en la pantalla de un teléfono móvil. Aplicaciones en la pantalla de un teléfono móvil.

Aplicaciones en la pantalla de un teléfono móvil. / H. Información

Entre los nueve infractores menores de ciberdelitos en 2019 hubo un investigado por amenazas, tres por descubrimiento o revelación de secretos y otros tres por provocación sexual.

Campomanes enfatiza que los adolescentes “tienen un acceso al sexo y a la pornografía como nunca antes en la historia, y las carencias en educación sexual se ven cada vez más, entonces al final todos estos delitos contra la intimidad entre menores y los delitos de acoso de adultos a menores se están disparando, en trámite tenemos muchísimos”.

Uno de los grandes escollos con que se encuentra la Fiscalía a la hora de llevar a cabo las pesquisas es que “dependemos de la colaboración de las redes sociales: tenemos muchas investigaciones paradas a la espera de que las empresas con sede en Estados Unidos quieran responder”.

En el ámbito juvenil, se refiere sobre todo a Instagram, “que es lo que más usan los niños, y ocurre incluso en los chats de videojuegos on line tipo Fornite, donde se empiezan las conversaciones y luego se pasan a Instagram o Whatsapp”. A su juicio, “tenemos unos menores muy propensos a facilitar material sexual propio, así que los pedófilos siguen haciendo su agosto”.

La nómina de investigados la completan otros dos adolescentes, esta vez por dos estafas. El delegado de Criminalidad y Menores observa que “los niños de hoy saben menos informática que los de hace 15 años, en general, porque hemos pasado del ordenador, que sí que planteaba ciertos retos, a el móvil y la tablet, donde todo tiende a ser más fácil de usar, más amigable y esquemático”. Del mismo modo que usan Instagram, acaban entrando en aplicaciones o páginas de compraventa, “que acaban siendo igual que una red social”.

Campomanes expone que “como los chicos viven bombardeados de deseos consumistas, está el que vende el móvil u otra cosa y al final no le envía absolutamente nada al comprador”. Ahí está la estafa. Esta, a su juicio, es “una forma fácil de conseguir los caprichos que sus padres no quieren o no les pueden proporcionar; se ve a esas edades mucho deseo por obtener un determinado móvil o una determinada marca de ropa y mucha impulsividad por conseguirlo”.

Como reflexión, Alberto Campomanes manifiesta que “es verdad que lo malo es más complicado que lo que había hace unos años, pero también hay niños que tienen un buen futuro. Al final todo se polariza, al igual que ocurre con la ideología política. Esto es igual, los que van a estar preparados lo van a estar muchísimo, y luego vamos a tener otra generación con chicos sin ningún viso de ganarse la vida y con un mercado laboral mucho más complicado para ellos que el de hace 20 años”.

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