Gente inteligente y comunicación

Saber pedir ayuda, evidencia de tu inteligencia emocional: cuatro claves para hacerlo bien

Pedir ayuda.

Pedir ayuda. / M.G. (Huelva)

En los grupos con los que trabajo, escucho a menudo frases como "me cuesta pedir ayuda", "espero demasiado para pedir un favor", "tengo que aprender a dejarme a ayudar"… ¿Cuánto te cuesta a ti pedir ayuda? Y cuando la pides, ¿sabes hacerlo sin sufrir estrés emocional antes, durante o después de pedirla? Aquí te comparto cuatro claves para hacerlo bien y a tiempo, consiguiendo que se convierta en una palanca de crecimiento para ti y para quienes te ayudan.

En general, nos cuesta pedir ayuda. Las razones son muy diversas. Puede haber un fondo educacional, como una reminiscencia de aquel "yo solito" o "yo solita" de la infancia cuando buscaste tu desarrollo peleando tu autonomía. Puede haber también recuerdos de malas experiencias pasadas, quizás porque pediste ayuda y no te la dieron, o te la dieron y te hicieron sentir mal. Y también hay creencias sociales que no ayudan. Vengan de donde vengan, tus pensamientos sobre lo que significa para ti pedir ayuda son los que están condicionando tu mayor o menor habilidad para hacerlo.

Pensamientos que nos limitan

Comprueba si alguna de estas creencias sociales te suena: pedir ayuda es mostrarme vulnerable; pedir ayuda es dejar claro que no soy capaz; pedir ayuda es estar en deuda; pedir ayuda es molestar; pedir ayuda es mostrar que no soy responsable; pedir ayuda es de débiles; hay que esperar a que te den la ayuda, está feo pedirla… ¿Sigo?

Ese tipo de pensamientos nos dificultan pedir ayuda o favores a tiempo y bien, con lo importante que es esta habilidad inteligente para cuidarnos. Detrás puede haber demasiada autoexigencia, un excesivo sentido de la responsabilidad, problemas de autoestima o de orgullo, miedo al rechazo, experiencias previas desagradables… En cualquier caso, esos pensamientos son lo primero a atender.

Cuatro claves: cómo pedir favores y salir más fuerte

  1. Efectivamente, lo primero es identificar el pensamiento que te limita y, también, el sentimiento que te bloquea. ¿Es vergüenza?, ¿es orgullo?, ¿es miedo?, ¿es enfado, quizás contigo?. Cambiar el pensamiento, para cambiar tu actitud, es más fácil si te haces consciente del mensaje que te da tu estado emocional. Además, hay pensamientos comodín que siempre te van a apoyar en ese cambio de sensaciones: pedir ayuda me humaniza, pedir ayuda es cuidarme, pedir ayuda es descubrir a otras personas, pedir ayuda es fortalecer a quien me ayuda, pedir ayuda me conecta… Elige el tuyo y cámbialo por el que a ti te pueda estar frenando.
  2. Lo segundo importante es reflexionar y elegir bien a quién pedir ayuda. Quizás el primer favor que deberías solicitar son recomendaciones para saber a quién pedir la ayuda final. Si pedimos algo a una persona que no puede o no sabe, probablemente la vamos a hacer sentir mal y sólo conseguirás una experiencia negativa que te va a hacer aún más difícil pedir ayuda en el futuro.
  3. Lo tercero fundamental es ser concreto o concreta pidiendo la ayuda. Es muy inquietante recibir un "ayúdame" ambiguo y muchas veces desesperado de otra persona. Así que, para ahorrar mucho estrés emocional a todo el mundo, haz tu solicitud de forma clara, directa y concreta: "Necesito que me conectes con tal persona", "necesito que digas tal cosa", "necesito que me dediques equis horas tal día o semana", "necesito un sitio donde dormir"...
  4. Y la cuarta clave a cultivar, para pedir ayuda de forma que te sirva para seguir creciendo, es expresar tu agradecimiento. Puede ser inmediatamente o algún tiempo después, pero no te olvides nunca de practicar el ejercicio del agradecimiento genuino, ese con el que te paras a reconocer lo que ves, a valorarlo y a decirlo. Tiene un efecto maravilloso en tu autoestima y en tus relaciones dentro de tu red de apoyo. Déjate apoyar.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios