Huelva

Preludio mágico a la noche más larga

  • Miles de onubenses desafían a la niebla y el frío para disfrutar de una cabalgata inolvidable. Sus Majestades reparten 14.500 kilos de caramelos e ilusión infinita.

Pasaban algunos minutos de las 15:30 cuando la silueta de Sus Majestades de Oriente apareció recortada entre una espesa niebla, inesperada invitada que no quiso perdérsela tampoco y escoltó con más protagonismo del deseado a la Cabalgata durante casi todo su recorrido por las calles de Huelva capital.

Miles de onubenses, pequeños y no tanto, se apostaban ataviados con una sonrisa de oreja a oreja en las inmediaciones del Santuario de la Cinta, en la barriada de La Orden, embargados por la magia de una tarde-noche que muchos tardarán en olvidar.

Tras ser recibidos por el presidente de la Gestora de La Cinta, Bienvenido González, y después de la adoración al Niño Jesús de la Patrona de Huelva, los Reyes Magos gozaban del inicio de una historia indeleble también para ellos.

El bullicio del gentío y el sonido de tambores se solapaban en la salida de la comitiva real, integrada por más de un centenar de jóvenes y mayores, a la que la niebla pareció conceder un respiro para dejar sitio a los primeros tímidos rayos de sol de la tarde, prestos a acomodarse para disfrutar también de un cortejo multicolor que empezaba a repartir ilusión enfilando la calle Legión Española.

Flanqueados por cientos de enfervorecidos vecinos, los Reyes Magos, encarnados este año por Juan Ferrer, presidente de la Hermandad del Rocío de Huelva; Héctor Pallarés, médico del Hospital Juan Ramón Jiménez; y Antonio González, presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías de Huelva, así como la Estrella de la Ilusión, representada por la monitora de Cultura en los Barrios Verónica Campos, respondieron a las muestras de cariño con desmedidos lanzamientos de caramelos, algunos de ellos cazados al vuelo en una tarde de paraguas sin lluvia y otros presos ya en el asfalto de una muchedumbre embriagada por la emoción.

Tan prendida y estremecida quedó por el júbilo de la Cabalgata que María, absorta vecina de la calle Legión Española, no reparó en la comida que había dejado en el fuego y, jaleada por sus guasonas vecinas, hubo de apresurarse escaleras arriba para cerrar el gas y volver a dejarse engullir por la serpiente de colores.

El rictus de los niños lo decía todo. Sonrisas, rostros boquiabiertos, ojos encendidos, incluso algún llanto, amenizaban el trasiego de la Cabalgata mientras los más osados incluso se soltaban del control paterno para recordarles a Sus Majestades que no olvidasen pasar por su casa.

"Que no se olviden. Les he pedido una muñeca de Frozen. Estoy muy nerviosa así que me iré pronto a la camita" explicaba ufana Blanca, de seis años, reconociendo sin rubor que Melchor es su Rey Mago "favorito".

Precedida por el grupo de animación Robot, la Cabalgata fue estirándose por la calle Niágara y la Avenida Cristóbal Colón contagiando de entusiasmo a cuantos onubenses salían a su encuentro.

Detrás, la Estrella de la Ilusión no daba abasto entre saludos y peticiones acarameladas a las que correspondía como podía.

Testigos privilegiados de su dedicación fueron numerosos superhéroes y personajes de Disney, que hicieron las delicias de los pequeños. No faltó casi ninguno. Spiderman, Batman -sin Robin- , Ironman o Capitán América interactuaban con Hello Kitty, Minnie, Bob Esponja, Winnie the Pooh, Mario Bros o Buzz Lightyear, que se multiplicaban sin rechistar para prestarse a los innumerables selfies que los inmortalizaron risueños en el trayecto.

El entusiasmo se propagó tan rápido entre los onubenses que apenas si hubo sitio para el frío que irrumpió cuando la comitiva discurría por paseo Independencia y las calles San José y Puerto. Un improvisado partido de gigantes futbolistas entre entre España y Brasil contribuyó a jalear al gentío, que fue creciendo hasta inundar la calle a su paso por Plus Ultra y Méndez Núñez, donde los pequeños Josemi, Claudia, Natalia y Lucía se frotaban los ojos embelesados por la magia de un cortejo en el que fueron desfilando muchos de sus personajes predilectos. Tadeo Jones, Shrek, Alicia en el País de las Maravillas, Acostarse tempranito, la Abeja Maya, el Príncipe Caspian o la Cenicienta gobernaban las 13 carrozas de una cabalgata en la que los Reyes de la ilusión fueron sin duda Melchor, Gaspar y Baltasar.

Como si de una competición se tratase, Sus Majestades, cuya generosidad y dotes para el lanzamiento de caramelo sobre sillón real eran sometidos luego a evaluación popular, se afanaron sin medida en el reparto de 14.500 kilos de caramelos, mientras sus pajes los secundaban con el de 144.00 rollitos de serpentinas multicolor y 710 kilos de confeti.

Las tres agrupaciones musicales no cesaron de animar continuamente el cortejo ganándose el reconocimiento y la complicidad de la multitud, entre la que no pocos se animaron a bailar al compás de un amplio repertorio musical en el que no faltaron los villancicos, las canciones de toda la vida e incluso algunas sorprendentes interpretaciones más actuales.

Pasadas las 18:00, con cierto retraso sobre el horario previsto, la Cabalgata discurrió por la Plaza Quintero Báez y Pablo Rada, donde cientos de personas se agolpaban en las aceras codeándose por el lugar más idóneo para la recepción de caramelos, para posteriormente enfilar la calle San Sebastián y la Avenida de Andalucía, donde los últimos rayos de sol se resistían a dejar de alumbrar a Sus Majestades al tiempo que volvía a hacer acto de presencia la niebla y un persistente e incómodo frío.

La noche se cernía sobre Huelva y los Reyes Magos, inasequibles al desaliento, seguían repartiendo ilusión entre la fascinada plebe, que fue reproduciéndose conforme se acercaba el final del trayecto hasta alcanzar cotas de multitud a la altura de la Avenida Galaroza y Avenida Alcalde Federico Molina Orta, donde cientos de niños de todas las edades y condiciones, extasiados y sobrecogidos por el hechizo de una jornada inolvidable, saludaban al unísono a Sus Majestades mientras despiertos los soñaban ya de madrugada correspondiendo sin margen de error alguno a la carta de sus pretendidos regalos.

Tras casi cinco horas de desfile, la Cabalgata descendió por la cuesta contigua al Barrio Obrero para girar y adentrarse en la Alameda Sundheim, donde encaró la recta final de un trayecto en el que, pese a la energía y el entusiasmo desprendidos por la gente, la niebla iba acaparando cada vez mayor protagonismo.

Con paso mucho más parsimonioso, la Cabalgata dejó atrás la Casa Colón y franqueó el acceso a la Avenida Martín Alonso Pinzón, abarrotada, antes de concluir el recorrido alrededor de las 20:30 en el Ayuntamiento, donde a Sus Majestades de Oriente aún les quedaron fuerzas para dirigirse a todos los niños recordándoles que debían acostarse temprano y no olvidar dejarles leche y galletas mientras de fondo, entre la niebla, se oían los acordes de una singular versión de la canción de Raphael Mi gran noche...

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