Diez años de la disolución de la banda terrorista ETA

Explosivos y una fuga desde la cárcel son los rastros sangrientos de la banda en Huelva

  • Punta Umbría, Ayamonte, la capital onubense y la prisión fueron los escenarios que eligió la organización terrorista para hacerse presente en una provincia que no vivió atentados mortales durante su actividad

Manifestación por las calles de Huelva después de un atentado de la banda terrorista en Sevilla en 1998.

Manifestación por las calles de Huelva después de un atentado de la banda terrorista en Sevilla en 1998. / H. I. (Huelva)

A pesar del largo medio siglo de actividad criminal y más de ochocientos asesinados a sus espaldas, probablemente la dificultad en las comunicaciones en la provincia de Huelva, resultaron por una vez aliadas para que no se produjera un atentado de envergadura en sus límites geográficos. Cuando se cumplen diez años desde que la macabra herencia terrorista dejara de ser una preocupación en el panorama social español, Punta Umbría, Ayamonte y la cárcel de la capital onubense son los escenarios de una huella que no conviene que caiga en el olvido de los libros de historia o en la hemeroteca de Huelva Información.

Es en ésta donde se recoge la primera relación de ETA con la provincia de Huelva. En la portada de 21 de diciembre de 1999, se informaba de que se había encontrado una bomba en la playa de Punta Umbría. El artefacto había sido abandonado por el comando Araba, uno de los más sangrientos de la banda terrorista. Fue una excavadora que participaba en las obras del complejo de ocio y recreo de Puntamar la que se encontró un artefacto explosivo, una fiambrera compuesta por medio kilo de amosal y 250 gramos de plástico. Iba a ser activado por un temporizador pasado de fecha y el tiempo transcurrido desde su abandono, había inutilizado todos sus mecanismos. El grupo de desactivación de explosivos de la Guardia Civil procedía a su retirada poco después sin que se registrara incidente alguno.

Cuatro años antes se había detectado la presencia de un comando itinerante en Andalucía a través de una denuncia después de un encuentro casual en una residencia con uno de sus componentes. Habían estado muy cerca de acabar con la vida de un funcionario de prisiones cuando realizaron el seguimiento a su víctima en Huelva. Al ser descubiertos, abandonaron el explosivo en la parcela de Punta Umbría.Un año antes, la detención en el Alto de Urkiola en Vizcaya de dos de los integrantes del comando Araba, Aitor Bores e Ignacio Crispín, permitieron reconstruir sus movimientos en la provincia. En aquel momento, los raastreos de la Guardia Civil en la playa de La Bota, no dieron con el artefacto por la imprecisión de los datos facilitados por los etarras.

Controles en el puente que une Huelva con Portugal tras el hallazgo de explosivos en Ayamonte en junio de 2007. Controles en el puente que une Huelva con Portugal tras el hallazgo de explosivos en Ayamonte en junio de 2007.

Controles en el puente que une Huelva con Portugal tras el hallazgo de explosivos en Ayamonte en junio de 2007. / Alberto Domínguez (Ayamonte)

En busca de un santuario

Hubo que esperar ocho años para que la banda terrorista volviera a recordar su presencia en Huelva. El 22 de junio de 2007, Huelva Información abría su edición con el hallazgo de un coche con 130 kilos de explosivo en la localidad de Ayamonte. Habían pasado dos semanas del anuncio del fin de una de sus treguas que dejó una momentánea sensación de alivio que duró 439 días. Pocos se atrevieron entonces a aventurar que sería la última. Terminado el santuario francés, la banda terrorista buscaba un nuevo lugar donde escapar después de cometer atentados. La elección de Portugal, parecía obvia para sus intenciones.

Un Ford Escort familiar con matrícula portuguesa abandonado en un garaje, fue el rastro que dejaron los terroristas, al parecer huidos debido al acoso de la Guardia Civil y la Guardia Nacional Republicana que habían detectado su presencia en la localidad fronteriza. En el interior del vehículo se hallaron 115 kilos de explosivos (nitrato amónico) y otros 15 de polvo de aluminio. Además, dejaron abandonados diez temporizadores, un emisor-receptor, ocho detonadores, un manual para preparar bombas y documentación personal. La posibilidad de un atentado de grandes proporciones, era más que una evidencia, sobre todo en alguna zona de gran afluencia turística con el que la banda terrorista había amenazado con actuar en su búsqueda constante de notoriedad incluso fuera de las fronteras españolas.

Nada más encontrar el vehículo, se estableció la operación jaula, otro término afortunadamente en desuso con el que las fuerzas de seguridad buscaban encontrar a los responsables del abandono del vehículo y que colapsaba las carreteras onubenses con minuciosos registros a los conductores y sus vehículos.Unos días antes, cuando a la ruptura de la tregua le faltaba la fecha, las fuerzas de seguridad alertaban al alcalde de la capital, Pedro Rodríguez y éste a los concejales populares, de que extremaran las precauciones, con vigilancia cada vez que utilizaban sus vehículos e instrucciones a sus escoltas para que extremaran su celo en las vigilancias.

La estructura etarra estaba notablemente debilitada y no llegaban al centenar los militantes activos de la banda. A pesar de las investigaciones puestas en funcionamiento a ambos lados de la frontera, no se pudo dar con el paradero de los integrantes que llegaron a Ayamonte. Lo que sí fue útil fue el análisis de los dos teléfonos móviles que se encontraron en el vehículo y que fueron remitidos a Madrid para su estudio.

Detenciones de la Guardia Civil en la calle Almonte de la capital onubense en unio de 2009. Detenciones de la Guardia Civil en la calle Almonte de la capital onubense en unio de 2009.

Detenciones de la Guardia Civil en la calle Almonte de la capital onubense en unio de 2009. / Espínola. (Huelva)

Fuga de la cárcel

Dos años después, el 14 de junio de 2009 se produjo en la capital onubense una amplísima operación de la Guardia Civil. Buscaban a presentas dos colaboradoras de ETA (una de ellas fue puesta en libertad horas después). Detrás de la intervención se encontraba tal vez el gope más audaz que ETA iba a dar en la provincia de Huelva; la fuga de dos presos de la banda terrorista de la prisión de ala Ribera, en concreto de Jorge García Sertutxa, que cumplía en Huelva su condena a 109 años por el intento de asesinato del Rey en Palma de Mallorca en agosto de 1995 y de Igor Solana Matarranz, condenado por el asesinato del concejal del PP de Málaga, José María Martín Carpena.

El plan, originariamente previsto para el verano de 2007, se aplazó hasta en dos ocasiones e incluía el robo de un helicóptero ara aterrizar en uno de los patios de la prisión onubense y conseguir sacar de allí a los dos reclusos. Las fuerzas de seguridad, ante la posibilidad de que se hubiera retomado la idea inicial, abortaron la operación en la que se detuvieron a siste personas, dos de ellos los propios presos, pertenecientes al denominado núcleo duro de la banda. Asimismo, se detuvo en la cárcel de Valdemoro a Arkaitz Goikoetxea del comando Vizcaya, el ideólogo de la operación, a la pareja de Jorge Sertutxa y a un abogado en Bilbao. Esta operación policial tuvo como origen la captura del número uno de la banda, Javier López Peña, alias Thierry,que preparó el atentado en la T4 del aeropuerto de Barajas.

Ese mismo día, en la calle Almonte de la capital se producía la detención de dos personas, a quienes fuentes de la Guardia Civil atribuían la labora de colaboradoras de la banda terrorista. Una de ellas era la novia de Setutxa, mientras que la vecina de la barriada se le atribuía el papel de componente de la estructura etarra para la fuga de la prisión.

Hasta hoy han pasado doce años. No queda preso alguno de la organización terrorista en la prisión de Huelva ni en ninguna de Andalucía. La dispersión otrora elemento para debilitar uno de los frentes de mantenimiento de la lucha armada por parte de ETA, comienza a superarse con la transferencia de las competencias penitenciarias al Gobierno vasco. Con unos homenajes que de vez en cuando nos recuerdan la presencia de esos tiempos oscuros y que pasean impunemente el desprecio a las víctimas de sus actos, la sociedad parece preparada para, no pasar página, sino escribir un nuevo libro en el que actuaciones como estas se encuentren irremediablemente en el pasado.

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