Espejos asesinos
Vemos que el director francés, Alexande Aja, sigue inclinándose por las segundas versiones y revisiones de películas más o menos famosas. No estuvo muy acertado con su prescindible "remake" de Las colinas tienen ojos (2005) y ahora reincide con una película coreana, mucho menos famosa, Into the mirrors, para tratar de imprimirle una nueva dimensión y reafirmar así su carrera en Hollywood. El problema del realizador es que, dominando bien su oficio y demostrando que tiene méritos reconocidos en la dirección, sigue adoleciendo de unos guiones que, si en sus anteriores películas demostraba ser su talón de Aquiles bastante ostensible, aquí se pone de manifiesto una vez más que no hay comparación entre su habilidad visual y sus debilidades como escritor.
El relato aquí se sitúa en Nueva York, donde el protagonista, Ben Carson, un policía que ha sido separado del servicio por haber disparado a un compañero que trabajaba de incógnito, un año después se emplea como vigilante en el edificio del complejo comercial Mayflower que fue pasto de las llamas unos años atrás y causó numerosas víctimas. Todo permanece cual quedó tras el fatal siniestro ya que la empresa mantiene un largo litigio con la compañía de seguros. Cuando empiezan a surgir extraños acontecimientos en el calcinado edifico, Ben descubre en los espejos misteriosos reflejos e inquietantes apariciones, que acaban obsesionándole y desconciertan aún más su problemática existencia profesional y personal. Todo se complica cuando las relaciones con su familia, de la que vive separado, se deterioran de tal manera que las fantasmagóricas visiones sobrenaturales acaban afectando a los suyos.
Alexandre Aja, lejos de renovar el género, incide en él de la manera más previsible, presentándonos una historia que tiene mucho que ver, no sólo por la influencia de su precedente coreano, que pretende versionar de nuevo, sino con las reminiscencias más inmediatas del terror que han hecho famoso y taquillero directores japoneses como Kiyoshi Kurosawa, Takashi Shimizu, Takashi Miike, de quien se hizo una nueva versión de su Llamada perdida, que vimos este mismo año, pero sobre todo de Hideo Nakata y su emblemática y tan repetida The ring, y muy particularmente de Dark water, con similitudes muy reiterativas, sobre todo mediada la película, con la obsesiva presencia del agua, elemento recurrente de terror y desasosiego en la trama.
Por lo demás Alexandre Aja recurre, incluso, a otros aspectos terroríficos con los que nos abrumó en la ya citada Las colinas tienen ojos, con sus insinuaciones morbosas y su tendencia al "gore". Sólo a veces sus imágenes tienen verdadera fuerza dramática, pero la intriga del argumento y su posible tensión e incertidumbre, se van desvaneciendo inexorablemente a medida que avanza la proyección.
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