Historias del Fandango

Historias del Fandango: Carlos Hernández, un avispado empresario

El Niño de Marchena, con el empresario Carlos Hernández Vedrines, impulsor de las óperas flamencas, en una imagen de 1927.

El Niño de Marchena, con el empresario Carlos Hernández Vedrines, impulsor de las óperas flamencas, en una imagen de 1927.

EL avispado Carlos Hernández, conocido como Vedrines, afirmó que el nombre se le ocurrió al escuchar cómo la madre la Niña de los Peines, durante un ensayo de ésta, la jaleó diciendo: “¡Ole, viva la ópera flamenca!”, hecho que habría ocurrido en 1924. La música lírica –ópera y zarzuela– tributaban entonces al 3%, mientras que los otros espectáculos de variedades lo hacían al 10%. Aquella expresión de Pastora Cruz le habría inspirado la idea de declararlos, a partir de entonces, con el nombre de ópera flamenca.

Otra teoría, la del investigador Yerga Lancharro, sostiene que el nombre surgió de una visita de los empresarios de espectáculos flamencos al dictador Miguel Primo de Rivera, reconocido gran aficionado, en la que se quejaron de la alta fiscalidad que tributaban y que éste les sugirió la idea de denominarlos ópera flamenca al declararlos, llamándolos así en su cartelería; y que se habría comprometido con ellos a convencer al ministro de Hacienda para que les exonerara del alto gravamen que venían abonando.

Ambas orígenes parecen endebles, pero lo cierto es que los empresarios de variedades consiguieron la sustancial rebaja de impuestos que pretendían.

Años de éxitos artísticos y económicos

Durante la primera década, Vedrines obtuvo grandes éxitos económicos y artísticos. Para él, el mejor fue el de 1928, cuando llevó en la compañía a las grandes figuras del cante, el toque y el baile: fandangueros como Marchena, Vallejo, Cepero, Guerrita; cante grande con la Niña de los Peines; cuadros de baile de Granada y Sevilla y, como artista supremo, el gran don Antonio Chacón, que estaba ya viejo y achacoso, pero seguía siendo el emblema del cante flamenco, una leyenda viva que se empeñó en viajar por España con una compañía de cuarenta y cinco artistas flamencos.

Cartel del exitoso espectáculo de 1928, en la Plaza de Toros de Córdoba. Cartel del exitoso espectáculo de 1928, en la Plaza de Toros de Córdoba.

Cartel del exitoso espectáculo de 1928, en la Plaza de Toros de Córdoba.

“Chacón viajó en mi compañía solo para ver cómo me las arreglaba yo para viajar con tanta gitanería sin que me tuviera que sangrar víctima de alguna congestión o algo parecido”, decía bromeando. Solamente en sueldos, en aquella tourné pagaba cuatro mil pesetas diarias. Chacón y Pastora cobraban quinientas pesetas cada uno; los otros, entre doscientas cincuenta y trescientas pesetas.

Un oficio de riesgo

Tener que bregar todos los días con cantantes, guitarristas, gitanos, malabaristas, luchadores, domadores, empresarios y todos los gremios con los que había de relacionarse siendo productor de espectáculos, viajando sin parar, negociando, pagando sueldos, etc, etc, era un oficio de riesgo. Pues Vedrines se llevó treinta años ejerciéndolo y, según contaba, jamás tuvo tropiezos con nadie…

Bueno, alguno sí que tuvo. Una revuelta de la troupe: “Recuerdo el primer año de ópera flamenca que, al venir de Murcia a Andalucía con todos los artistas que entonces llevaba, tuve que sofocar un complot que fraguaron contra mí al llegar a Alcázar de San Juan. Querían dejarme abandonado porque decían que yo me estaba haciendo de oro y exigían unos sueldos demasiado elevados para lo que daba de sí el espectáculo todavía… Ramón Montoya pretextó que tenía reuma en el dedo gordo y el Cojo de Málaga que le había salido un golondrino debajo del brazo con que llevaba la muleta y que, por tanto, no podía andar.

Y así todos… Gracias a que conseguí, con unas cuantas cañas de manzanilla y un derroche de persuasión, curar todos aquellos males, que al que hacían pupa era a mí en caso de seguir progresando; y logré que siguieran conmigo hasta terminar todos el contrato en Málaga”.

El trato personal

Teniendo que tratar a diario con “gente de cien mil raleas”, que dice Serrat, de caracteres y humores muy diversos, la psicología en las relaciones fue su asignatura de examen diario. Vedrines explicaba que “con gitanos y flamencos había que usar de palabrería y argucias para hacer carrera de sus desplantes faraónicos. ¡Cómo me las compondría yo que hasta la Niña de los Peines, que tenía fama de un humor que no contemporizaba con nadie, llegó a viajar con mi compañía encantada por completo y pasando por lo que no había pasado con otras empresas: por viajar, un día que íbamos a la feria de La Carlota, montados en un carrillo de aquellos de bolsa…! Claro, es que yo, cuando se me enfadaba, le decía que iba por los amarillos, que era como llamaban entre ellos a los guardias civiles, y enseguida se calmaban las discusiones”.

La compañía del éxito

El modelo de la ópera flamenca fue objeto de encendidas discusiones y lo siguió siendo medio siglo después de su declive, porque se le achacó ir contra el cante jondo con sus programaciones de cantes más livianos y populares y a veces caricaturescos. Era la época de los Niños y del exhibicionismo de facultades canoras.

Ciertamente, Vedrines fue un empresario atrevido y amante del riesgo, pero acertó porque, exceptuando un reducido grupo de los conocidos como raros, se atrajo a los mejores, incluido al gran prócer don Antonio Chacón, que se apuntó sin dudar. Y a Pastora, que en 1926 firmó un contrato para recorrer el país con su compañía durante todo el verano. ¿Quién habría querido quedarse fuera, con lo que pagaba Vedrines y con compañeros de cartel como Marchena, Vallejo, Centeno, el Cojo de Málaga, La Macarrona, El Estampío, Ramón Montoya, Niño Ricardo y lo más sobresaliente de la nómina flamenca del momento? El Niño de Marchena fue la estrella rutilante de las primeras décadas de la ópera flamenca, su buque insignia, aunque cometió excentricidades que le costaron muchas críticas y una importante merma de crédito flamenco. Pero eso será objeto de otro relato, cuando trate en extensión la historia, efectos y consecuencias de la ópera flamenca’.(Continuará)

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