Histórico

La sal del progreso

  • Las salinas isleñas, con métodos de explotaciones tradicionales, se reinventan creando nuevos productos e impulsando el turismo y el empleo.

En el termino municipal isleño existen varias explotaciones de sal y para diferentes usos. Van desde la común, usada principalmente para la salazón de conservas o jamones, pasando por las gastronómicas y baños corporales. Y es que en los últimos años una de estas explotaciones ha ido más allá del puro negocio y ha emprendido un camino que, al principio, y como casi siempre ocurre con las ideas visionarias, podía parecer una utopía, consiguiendo aunar conceptos tan dispares como rentabilidad económica, reclamo turístico, salud y educación medioambiental. 

Nadie que circula por la carretera que une la barriada de Pozo del Camino e Isla Cristina sospecha de lo que atesora una zona inmersa en sus marismas. Rodeadas de esteros, con los flamencos, espátulas y cigüeñas como vecinos, abrazadas por el Caño de La Tuta, se presentan al mundo las Salinas Biomaris. 

Con solo enfilar el carril de entrada es como trasladarse a otra época. Dejando atrás el trasiego circulatorio de la carretera, el sonido, olor y estado anímico, cambian. El relax mental y corporal es percibido como preludio de lo que te vas a encontrar y ser partícipe. Un mundo ideado por Manuela Gómez Santana, a quien le acompañan sus hijos, como ya hizo anteriormente con su padre, cuando este se inició en la profesión, allá por 1955. 

Estas salinas, que envía sus productos a toda España y los exporta a Europa, es una de las pocas que usa métodos tradicionales y artesanales para la extracción de la sal. Huyen de los utensilios de metal "porque oxidan y contaminan el producto" y, por lo tanto, manejan madera de eucalipto o bambú para sus herramientas y carrillos de mano para su traslado. Todo muy rústico que los operarios, la propia Manuela e hijos, realizan con devoción, sintiéndose orgullosos y responsables de la tradición heredada. 

Marta Limón, hija de Manuela, Diplomada en Turismo y que en sus ratos libres hace de guía a los turistas, explica el proceso. "Cogemos el agua directamente del caño y la pasamos al estero para subirle temperatura, de ahí pasa otra balsa de agua, el calentador, que aumenta los grados para favorecer la evaporación. Del calentador pasamos el agua a la nave", una hendidura en el terreno, de forma rectangular, que se divide en dos zonas más, el corredor de agua y las pilas, donde por insolación se evapora el agua salada, recolectándose las diferentes sales cada 22 o 25 días, según el calor del mes. 

Al cabo de los días se forma en la base la capa madre, que sirve de contención natural del fondo arenoso. A partir de ahí, comienza a formarse la sal marina virgen, marcándose la diferencia con el resto de explotaciones, ya que el producto se recoge de forma artesanal, huyendo de maquinaria pesada que arrastraría impurezas, obligando a un posterior lavado y la consiguiente eliminación de componentes esenciales como el yodo. De esta forma rústica, el sacador la arrastra hasta el muro con el rol, apilándola en las barachas piramidales para alcanzar el secado y máxima blancura para el posterior envasado. 

Para Marta Limón, el sacador es fundamental en la extracción porque "sabe de dónde, cuándo y cómo se debe recoger la sal", optimizando al máximo el producto depositado en las habitáculos y que, en una buena temporada, suelen dar entre los 500 y 1000 kilos de la historia que guarda el lugar. 

En estas salinas se extraen varios tipos de sal y destinados a diferentes usos, aunque han sido reconocidas internacionalmente por su Flor de Sal , escamas que se forman en la superficie del agua y que, al contener poco sodio, son recomendables para personas con hipertensión y cardíacos. Es la sal que desde hace unos años está siendo usada por los chefs de los restaurantes más afamados, convirtiéndose en "la joya de la corona" de Biomaris. 

Como explica Manuela Gómez Santana, precursora de este nuevo concepto empresarial, didáctico y medioambiental, "al principio mi padre no me tomó en serio, nunca pensó que podríamos vender lo que hacíamos" y con lágrimas en los ojos, emocionada, se siente plena porque su progenitor le mostró lo orgulloso que se sentía de ella. No en vano había reinventado el negocio.

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