Pobres de los que hacen de la tragedia un negocio. Los que no saben retirarse a tiempo de las luces y el espectáculo de los medios, dando la lucha por acabada. Desde la mesura propia que te proporciona el dolor de la pérdida de un hijo o un ser querido. Desde la templanza de quien observa la injusticia o el infortunio, sin poder hacer nada ante eso, porque eso es la vida misma. Pobres de los que intentan rasgar un poco más, sin conciencia, intentando abrir la herida de un pueblo sensible que, estando indefenso, se traga cualquier cosa en momentos como esos. Paupérrimos, sin más, los que buscan en el morbo la oportunidad de la máxima cuota de pantalla, sin escrúpulos ni normas por las que regirse. Los que persiguen incansables la fotografía de portada, descompasada y a destiempo. Los que se presentan sin haber sido convocados, a ver si pillan, de paso, alguna tajada.

Pobres los que juegan con la sed de venganza, instaurando en el pueblo un discurso sin perdón, que defiende el mismo odio y sinrazón que profesan aquellos a los que critican. Buscando la fisura de la moralidad, que ante el dolor siempre baja la guardia. Hablando de más y en el sitio menos idóneo. Sin dejar que las heridas cicatricen de una vez, para hacer de ellas una enseñanza que dibuje a una sociedad que es libre e injusta, pero redentora. Que es capaz de mirar al futuro y de poner el enfoque en las herramientas que de verdad pueden hacer algo. Porque no se trata del post sino del pre.

Pobres de los que ven en lo inhumano el lucro y hacen de esto una profesión mediática, un camino, una ruta. Pobres de los que no ven en la retirada, la más justa de las victoria ante un hecho incontrolable. Porque una cosa es la lucha, que nace de las ganas de mejora y, otra cosa bien distinta, el oportunismo. En una sociedad pasional que a cada golpe responde con la misma energía de la embestida. Donde se anclan los deseos más mundanos si es que es lo que toca en ese momento. Alertando las conciencias que infunden al pueblo venganza.

Pobres de aquellos que pueden ver en esto y otras tragedias una oportunidad para la ideología. Confundiendo así conceptos y realidades tontamente. Nada tiene que ver con eso, ni tampoco con aquello que época a época bulle clamando las mismas cosas, fruto de los mismos sentimientos encontrados. Prisión permanente revisable, penas más duras, torturas.

Pobres de los que se aprovechan de la carencia de piedad, del malestar, del tumulto, de la falta de información, de la ceguedad general. Porque queramos o no esto seguirá pasando cada día, cada mes, cada año y en vez de mejorarlo, que podemos, nos quedaremos, como siempre, en la superficie de un problema que lo que menos necesita son oportunistas cargados con sus consignas.

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