Xanty Elías · Chef

"Mi cocina es una sacristía en la que vestimos con mono de taller"

  • Entre fogones desde los 14 años, Santiago Elías Fernández Vázquez (Huelva, 1980) hizo el grado de hostelería de FP, brilló en la hoy maltrecha Escuela de Hostelería de Islantilla y acabó de formarse durante dos años con Arzak. Acostumbrado a nadar contracorriente, fundó hace cuatro años Acánthum, el primer establecimiento de Huelva en contar con un sol de Repsol. Su carta está compuesta por productos de la tierra, tratados con mimo, conocimiento y respeto a partes iguales. La estrella de Michelín es un sueño a su alcance.

-Se formó con Arzak y regresó a Huelva. ¿Más onubense que un choco?

-Sin duda. Soy devoto, aunque el hecho de no ser rociero quizá me reste puntos. Lo compenso llevando a Huelva en la boca allá por donde voy.

-¿Qué enseñanza se trajo que no pudiera aprender en Andalucía?

-La pasión desbocada por defender la cocina. En el País Vasco, los niños, con tan sólo 6 años, aprenden a cocinar en casa, y eso es como aquí el compás de una bulería: se lleva en la

sangre.

-Usted homenajea a Arzak con un plato: huevos con papas y chorizo dulce. Ya podría haberse refinado un poco más.

-Pues no lo quise. Quería rescatar un plato de lo más tradicional y cercano con el que todos pudieran disfrutar de una cocina elaborada con sabores de toda la vida. Objetivo conseguido.

-Visto lo visto, usted no es de los que aderezan un plato con polvo de oro de 24 quilates.

-No soy para nada snob, ni tengo la cabeza llena de pájaros. La cocina es comer bien, el resultado de sumar buen producto, buena elaboración y buen servicio. El oro no tiene calorías

ni sabor.

-Usted apuesta por los productos autóctonos. ¿Echa algo en falta?

-Mi carta es Huelva en estado puro. Busco productores pequeños que miman sus productos como los mimo yo al elaborarlos, pensando en el disfrute y en las sensaciones que puedan sentir los que vienen a Acánthum.

-Huelva es la ciudad más antigua del Occidente europeo. ¿Se refleja esa herencia en sus platos?

-Voy siendo más calmado y observador, lo que me hace ver cosas de mi tierra de las que antes no era consciente. Y en ella veo la historia que me rodea. Saco de las marismas del

Odiel y de Doñana más inspiración de lo que nunca hubiera imaginado.

-Del cerdo, hasta los andares. ¿Nos queda por descubrir algo del ibérico o mejor disfrutarlo según la tradición?

-Disfrutar de y desde la tradición nunca debe perderse. Es la base de todo. Del ibérico nos queda aprender a respetarlo y diferenciarlo de los que se crían y nacen fuera de nuestra

provincia. ¿Cuántas personas diferenciarían un ibérico de bellota de Jabugo y uno de Guijuelo? Pocas, muy pocas.

-¿Qué pescado sacaría bajo palio?

-La corvina blanca. He tenido peleas por quedarme con sus cocochas.

-Pobre jurel...

-¡Para nada! Es un pescado excepcional, pero me emociona la lucha de la corvina pescada a caña.

-Juan Ramón escribió: "El alma de Moguer es el pan". ¿A qué o quién dedicaría usted un verso?

-Yo no soy de verso, pero  dedicaría alguno a los cocineros. Sobre todo a aquellos que cocinan para hacer feliz a los demás, ya sea en casa o en un restaurante.

-¿Hay amigos en las cocinas o vuelan los cuchillos?

-Hay muchísimos amigos en las cocinas, y a los amigos hay que quererlos como son. Los cuchillos son para cortar. Eso no quita alguna colleja de vez en cuando.

-¿Le teme más a un crítico gastronómico o a la salmonela?

-Jajaja. Sin lugar a dudas a la salmonela. Un crítico, aunque te pueda dar dolores de cabeza, intenta ayudarte a través de su visión y su experiencia.

-Ante los fogones, ¿gana su madre o usted?

-Siempre mi madre, no miento. Siempre he dicho que criar hace ya unos años a cuatro hijos y ser empresaria son hándicaps para cocinar. El amor a los suyos le hace ser difícilmente superable.

-Elija definición para su cocina: ¿un laboratorio, una sacristía, un taller o el camarote de los hermanos Marx?

-Es más parecido a una sacristía donde los que rezamos vestimos con mono de taller. Y de vez en cuando se nos va la pinza… Muy de vez en cuando.

-¿El alimento del futuro está por inventar?

-Seguro que habrá alguno que salga a la palestra. El ser humano es inconformista por naturaleza.

-Ángel León se adelantó con sus elaboraciones con plancton.

-Mi hermano Ángel, más que un camino, abrió una autovía para Andalucía. Y si fuera de Florida o Kentucky, otro gallo cantaría. Yo disfruto de su cocina como un musulmán de La Meca. Aponiente es un templo, y visitarlo cada año constituye un acto religioso.

-Bárcenas, Guerrero, Mata, los de la Púnica... Ellos sí que saben de mordidas.

-Yo no soy nadie para castigar, pero les pondría a barrer la playa.

-Por la puerta de Acánthum entran juntos Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Alberto Garzón, Pablo Iglesias y Albert Rivera. ¿Menú del día o elegiría por ellos?

-Menú degustación del día.  Tras preguntar por sus alergias, no dejaría pasar la oportunidad de conocerlos mejor en una conversación posterior.

-¿Su mejor creación?

-Acánthum. Es lo que mejor me ha salido en la vida.

-Métase en un charco. ¿Su próxima deconstrucción?

-La cultura gastronómica de mi tierra. Eso voy a deconstruir. Voy a poner todo lo que tengo y sé para que todos puedan aprender más de sus productos y que sus hijos coman con más

cabeza.

-¿Sueña con estrellas o prefiere mentirme?

-¡Jajaja! Por supuesto que sueño, nadie duda de la satisfacción que produce un galardón de dichas características y de lo importante que puede llegar a ser para un negocio como distintivo de calidad, pero no cocino soñando. Trabajo con los pies en el suelo y con esfuerzo por las sonrisas de los que vienen cada día. Mientras, nos va dando el sol.

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