Bajo un sol de justicia, los romeros combatían ayer el calor con refrigerios, paraguas, los tradicionales sombreros y hasta periódicos. Cualquier cosa era buena para protegerse del sol.

Muchos de ellos recorrían la aldea mientras otros se tomaban un respiro apostados en la acera o los bancos del paseo, donde aprovechaban para comer un bocadillo tras adquirir alguna bebida en los kioscos.

Y, entre medias, las compras. Medallas, tazas, tambores, velas pulseras, vestidos, flores rosarios... Porque muchos de los visitantes que pisaron por primera vez la aldea no quisieron marcharse sin llevar algún bonito recuerdo de su paso por la romería.

El Rocío y la devoción que suscita está hecho de contrastes y la jornada de ayer también sirvió para que las hermandades iniciasen los preparativos para la vuelta.

En el caso de la de Emigrantes, por ejemplo, cuyo regreso se iniciará el martes, Vicente Hidalgo se afanaba en coser una pequeña manta a la silla de un caballo con el objetivo de que el animal no se haga daño.