Elecciones municipales

Sonrisas y lágrimas tras la noche electoral en Huelva

Pilar Miranda recibe el aplauso y el reconocimiento de sus compañeros de partido.

Pilar Miranda recibe el aplauso y el reconocimiento de sus compañeros de partido. / Josué Correa (Huelva)

De las risas en la calle Marina, y eso que la noche tuvo que ser larga, a los silencios en bandos opuestos. Huelva despertó este lunes con una alcaldesa electa, que lo será de facto el 17 de junio. Los comicios dejan una ganadora única, incontestable. Y muchos derrotados, prácticamente todos los que salieron a competir con Pilar Miranda se lamen las heridas. La expresidenta del Puerto de Huelva hizo valer la imagen de su gestión al frente de la Autoridad Portuaria y el mensaje directo de la campaña. Aglutinó gran parte del voto útil, absorbió todo el electorado de Ciudadanos, frenó el trasvase a Vox y le recortó sufragios al PSOE. El incremento de casi un 5% en la participación con respecto a 2019 fue directamente a sus cuentas, resultado de la movilización que fue capaz de aglutinar. Supo canalizar a los descontentos, identificó los puntos débiles de la gestión de Cruz y construyó un relato con respuestas a todos ellos. Fue desde el minuto uno la única alternativa, lo que capitalizó todas las energías de quienes querían un cambio. Contra la dispersión generalizada, el PP fue capaz de agrupar y rentabilizar los apoyos. El resultado en las urnas fue la clara respuesta a su planteamiento.

Fue la jornada del PP, de Pilar Miranda. El resto de formaciones lamentaron sus resultados. Incluso Vox que aumentó el número de votos se quedó sin la fuerza que esperaba en el teatro postelectoral. Se convierte en el tercer actor político por la desintegración de todas las alternativas al bipartidismo. Resiste con un espacio propio asentado sin lograr ampliarlo. Es una situación similar a la que reflejó el mapa nacional. El ideal de la formación de Wenceslao Font era una victoria diferente del PP, con una necesidad aritmética que le diese una fuerza mayor a la hora de sentarse en la mesa de negociación. “Con absoluta responsabilidad, Vox va a hacer valer los votos y la confianza en nuestro proyecto que han depositado los onubenses”, fue el escueto mensaje que transmitió su partido. Otros partidos ni respondieron.

Sin ser una mayoría absoluta, el escenario que se presenta a Pilar Miranda a la hora de afrontar su proclamación es cómodo. No se cansó de decirlo en su intervención matinal en la sede del partido: “Tenemos mayoría para gobernar”. Un mensaje claro hacia el exterior. De inicio va a plantear una investidura en solitario sujeta a pactos puntuales durante los próximos cuatro años. Es su prioridad. Su rival derrotado en las urnas ya lo hizo en 2015. Así fue el primer gobierno de Gabriel Cruz. El todavía alcalde de la ciudad fue capaz de liderar la capital a través de acuerdos sin grandes dificultades. Cierto es que entonces la fragmentación que existía en el plano y la debilidad generalizada de la oposición no le generó mayores complicaciones. Miranda no debe tener tampoco quebraderos durante los próximos cuatro años.

Los cálculos populares cifran en 101 los votos que le faltaron para la mayoría absoluta. Un dato que habla por sí solo del impulso tomado por la candidatura de Pilar Miranda. El PP regresó así 12 años atrás. La última victoria popular se remontaba a 2011. Entonces Pedro Rodríguez revalidó la mayoría absoluta por última vez con unos 28.428 votos. Miranda cerró la noche electoral del 28M solo con 3.700 menos y partiendo desde una posición de clara desventaja con cuatro ediles en el Ayuntamiento. Entonces el PP defendía dos casi dos décadas de gobierno.

El 28M deja la política municipal onubense ante un horizonte incierto. Pilar Miranda ni siquiera sabe a quien tendrá enfrente. Vox es un aliado necesario que exigirá su cuota pero la someterá a la presión justa, mientras el otro bloque indefinido. Gabriel Cruz deberá decidir si sigue al frente como líder de la oposición. Una cuestión a la que no dio respuesta la noche electoral. En caso de dar un paso al lado tendrá que reconstruirse el PSOE con una nueva cara visible al frente y un proyecto.

El Ayuntamiento se queda con cuatro partidos representados. No sucedía desde 2011, precisamente con la última victoria popular. Es curioso que los comicios con más candidatos sean los que devuelven la política local al punto de partida previo a la irrupción de las nuevas formaciones. Hasta 11 papeletas diferentes tuvieron los onubenses para elegir. Las siglas de siete de ellas quedan en el aire, muy tocadas.

Ciudadanos consuma su descomposición. García de Longoria no pudo frenar con su imagen personal la desintegración colectiva naranja. Anticipa su desaparición de facto y el final de su carrera política. Mesa de la Ría se despide de 12 años ininterrumpidos. El futuro de Rafael Gavilán es una incógnita. Como fuerza municipalista su razón de ser es estar presente en la Gran Vía. Cuatro años en el ostracismo es muchísimo tiempo. Adelante pagó e hizo pagar la división del votante de izquierdas. No sumó por sí solo y encima restó a Mónica Rossi. La Izquierda de Huelva se queda con un único representante, la presencia más baja desde 2003. En el camino se quedó una vez más Por Huelva, que en su segundo intento lejos de mejorar perdió 300 votos en la capital sobre lo que obtuvo en la provincia en las autonómicas. La suma con Mesa de la Ría como las dos fuerzas localistas habría valido un concejal. La división que solo resta.

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