El Valencia se impuso en San Mamés a un Athletic que en el peor momento, cuando estaba abajo en el marcador y con un jugador menos, echó mano de la heroica para volver a igualar el partido y a punto estuvo de conseguirlo.

No lo logró, a pesar de marcar un gol, anulado por fuera de juego, y de gozar de un lanzamiento de penalti, que David López mandó al palo, y prevalecieron los goles de Villa y Mathieu. Con ambos, el Valencia había remontado un tanto de Muniain, ya en la segunda mitad del choque.

El triunfo de ayer le sirve al conjunto levantino para encaramarse a la tercera plaza de la tabla, a sólo una victoria del Real Madrid, y para evitar que el Athletic se suba al corte europeo de la clasificación.

El equipo bilbaíno rompió con una racha de tres victorias y un empate en Liga y un brillante éxito europeo en Viena en una noche casi de terror. Aún así, la afición rojiblanca acabó encantada de su comportamiento en la parte final del choque, cuando enrabietado y en inferioridad, se comportó como dice su historia que debe hacerlo. Y como le pide la grada.

Casi todo lo que pasó en el partido ocurrió en la segunda parte, tras una primera sosa. Las primeras jugadas en las que perdonó el Valencia, el acomodamiento del conjunto valenciano al 0-0, el gol de Muniain, la remontada visitante y el arreón final local con un tanto anulado, un penalti fallado, Muniain encorajinando a su afición y su portero, Iraizoz, haciendo el último remate del choque.

Fue un choque trabajado e intenso, pero poco vistoso. El hecho de que el creativo cuarteto de ataque valencianista -Joaquín, Pablo, Mata y Villa- apenas interviniese da una idea clara de lo que fue la primera parte.

El 1-2 no fue lo último relevante del partido. Abajo en el marcador, el Athletic echó mano de la heroica y a punto estuvo de empatar. Primero marcó un gol, aunque fuera de juego por centímetros, Iraola; después forzó un penalti que falló David López. Y San Mamés aplaudía mientras el Valencia salía tercero de allí.