Fútbol | Tercera División

Otro año intenso para el San Roque

  • El conjunto lepero logró una agónica permanencia al final de la pasada campaña y cierra el año fuera del descenso

  • Cambió la propiedad y pasó a estar liderado por un grupo sueco

El conjunto lepero tiene un año más como gran objetivo lograr la permanencia en Tercera División.

El conjunto lepero tiene un año más como gran objetivo lograr la permanencia en Tercera División. / Alberto Domínguez (Lepe)

En Tercera División y fuera del descenso. Así, de primeras, no parece un mal dato para comenzar el balance de lo que ha sido el año 2019 para el San Roque de Lepe. Pero antes de llegar a esta situación en la que el equipo lepero entra en el 2020, muchas han sido las circunstancias que han rodeado a la entidad aurinegra a lo largo de estos 365 días, algunas de ellas buenas, y otras –quizás más de las deseadas- que no lo han sido tanto.

Dentro de todas estas situaciones, hay dos que se pueden destacar como las más importantes en el seno del club aurinegro tras su descenso desde Segunda B hace cuatro temporadas: la agónica y casi milagrosa permanencia conseguida por el equipo al final de la temporada 2018-2019 y el cambio de propiedad del CD San Roque de Lepe SAD. Es posible que estas dos circunstancias estén íntimamente ligadas, porque con toda probabilidad, de haberse consumado el descenso de categoría del equipo a División de Honor Andaluza, habría sido muy complicado que el grupo empresarial sueco que ostenta en estos momentos la propiedad del club hubiese seguido con su intención de comprar el paquete mayoritario de acciones de la Sociedad Anónima Deportiva.

El año comenzó con el San Roque metido en una dinámica negativa de resultados que le acercaban poco a poco a los puestos de descenso. Todo ello en una temporada que había arrancado con unas expectativas muy altas, pero en la que los problemas institucionales y la falta de entendimiento en muchos momentos entre plantilla, cuerpo técnico y dirección del club provocó que esas expectativas no se viesen cumplidas más que en momentos concretos. Así las cosas, el tercer y último año de la familia Gaitán resultó tan movido como los dos anteriores y sin conseguir los objetivos marcados. Eso sí, en su haber está el haber permitido al equipo aurinegro competir esos tres años.

Las entradas y salidas de jugadores en la plantilla aurinegra y el baile de entrenadores fueron constantes a lo largo de toda la temporada, aunque tuvieron que ser gente de la casa y algunos futbolistas que pusieron su profesionalidad por encima de los problemas extradeportivos que pudiesen existir los que acabaron consiguiendo esa salvación que en el tramo final de la Liga se antojaba casi imposible. El gran trabajo de José Manuel González Ortiz Cheli como entrenador en esta fase de la competición, más la aportación de un grupo de jugadores comprometidos con la causa, entre ellos algunos miembros de la cantera lepera, consiguieron que esa permanencia fuese una realidad con dos victorias en las dos últimas jornadas ante rivales que también se jugaban la vida, uno por arriba y el otro por abajo, Ceuta y Arcos, respectivamente.

Una vez conseguida la salvación y con los Gaitán fuera del club, llegaba un nuevo verano lleno de incertidumbres para la afición aurinegra sobre el futuro de su equipo. La respuesta a estas dudas llegó cuando se conoció la noticia de que un grupo inversor sueco encabezado por David Linfords y Oliver Cabrera se hacía con el 94’7% de las acciones del club, esta vez, según comentaron en su presentación, “con intención de quedarse durante muchos años”. Para corroborar esta afirmación, su primera decisión tras hacerse con las riendas de la entidad y pieza clave en las negociaciones previas, fue la de solventar la deuda que se mantenía con Hacienda y Seguridad Social. En palabras de Oliver Cabrera, “para ser un equipo de Tercera División había una deuda bastante grande, lo que nos ha obligado a hacer un esfuerzo bastante grande para quitarla y tener una economía saneada”.

Otra de las primeras decisiones de los nuevos dueños fue la de nombrar a Emilio Ramos como nuevo hombre fuerte del club desde su puesto de director general. Ramos ya había estado vinculado al San Roque en una etapa anterior y en esta nueva etapa ha sido parte fundamental en la negociación como mediador entre los nuevos propietarios y el Ayuntamiento de Lepe para que el acuerdo fructificase.

El elegido para entrenar al equipo lepero en esta nueva aventura fue el técnico onubense Juan Carlos Camacho, aunque su paso por la entidad aurinegra no fue todo lo afortunado que se esperaba. Con una plantilla muy renovada y en la que solo permanecían cuatro de los héroes de la permanencia (Camacho, Miguelito y los uruguayos Lucas Correa y Toscanini), fundamentales con sus goles en los últimos partidos. El resto, jugadores muy jóvenes en su gran mayoría que no llegaron a ofrecer el rendimiento deseado, al menos mientras Juan Carlos Camacho dirigió al equipo. Con 5 puntos conseguidos en nueve jornadas, Camacho fue destituido.

El técnico gallego Antonio Fernández Rivadulla, un desconocido por estas tierras, fue el designado para asumir la dirección del equipo. Su trabajo desde que se sienta en el banquillo del San Roque ha provocado una mejoría en el rendimiento del equipo que, aunque no ha acabado de reflejarse de igual modo en los resultados, sí ha permitido que al menos el San Roque comience el nuevo año fuera de puestos de descenso aunque solo sea por mejor diferencia de goles que el Pozoblanco.

Esta era la lectura que hacía Antonio Fernández tras sus primeros partidos como entrenador aurinegro “hay que sacar rendimiento a lo que uno tiene. Ahora mismo es importante hacernos fuertes atrás porque arriba tenemos jugadores desequilibrantes que pueden decidir partidos. Lo que veo es que hay una falta de confianza, tanto colectiva como individual, y eso hay que cambiarlo”. Ahora lo que hace falta es que, una vez detectado dónde estaba el problema y con algunos retoques en la plantilla, el equipo comience a traducir en puntos las mejores sensaciones dejadas en los últimos partidos para escapar de la zona de peligro, y no pasar los apuros pasados en la última campaña para conseguir la permanencia un año más en el grupo X de Tercera División.

El Córdoba B, colista descolgado del grupo X de Tercera, será el primer rival en poner a prueba si la mejoría experimentada por el San Roque tiene continuidad en el nuevo año. Una cita a priori asequible que tendrá lugar este domingo en el Ciudad de Lepe a partir de las 11:30.

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