GODZILLA MINUS ONE | CRÍTICA

Vuelve el auténtico Godzilla que representó el pánico nuclear: no se la pierdan

El Godzilla de Takashi Yamazaki.

El Godzilla de Takashi Yamazaki. / D. S.

El inminente 2024 se cumplirán 70 años del estreno del primer Godzilla (Honda, 1954), la película que catapultó el género kaiju (monstruo) e inició la serie que junto a los triunfos de Rashomon de Kurosawa y Vida de Oharu, mujer galante y Cuentos de la luna pálida de Mizoguchi en las ediciones de 1951, 1952 y 1953 del festival de Venecia abrieron el hasta entonces desconocido cine japonés a todas las pantallas del mundo. Un monstruo animado por efectos especiales digamos que discretos (un tipo enfundado en un disfraz de látex moviéndose entre miniaturas) y tres obras maestras: así de magníficamente vario es el cine.

Godzilla fue inspirada a un productor de la Toho por La bestia de tiempos remotos de Lourie y Harryhausen (1951), en la que unas explosiones atómicas revivían a un dinosaurio. Y nació, además de como una operación comercial de inmenso éxito, también como una representación metafórica del tan reciente trauma producido por las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki solo nueve años antes del estreno.  

En estos 70 años Godzilla y sus monstruosos compañeros han protagonizado 32 películas japonesas y cuatro estadounidenses: ningún bicho más o menos antediluviano (porque la verdad es que no es muy fiel a la dinosaurología o paleontología de dinosaurios) ha tenido tan larga vida. Y tan fructífera no solo en taquilla. Porque esta nueva película casi celebrativa del 70 aniversario del monstruo es una de las mejores.

Lejos de la explotación de un filón agotado, de un juego superficial con efectos especiales -que lógicamente abundan y son muy buenos como creación muy personal del director- o de una reinterpretación ‘deconstructiva’ del mito, el muy inteligente y creativo Takashi Yamazaki, iniciado como diseñador de efectos especiales y consagrado por la magistral obra de ciencia-ficción Always: Sunset on Third Street (2005), autor de una prolífica carrera que alterna animación e imagen real (otra gran película suya, en este caso histórica, es The Great War of Archimedes), demostrando una gran capacidad para dar un nuevo aire a géneros consolidados y dotar de profundidad grandes máquinas comerciales.

En su aproximación a Godzilla, Yamazaki se remonta a lo más interesante del origen del monstruo -su carácter de metáfora del trauma atómico- situando la acción al final de la Segunda Guerra Mundial y presentando como protagonista a un piloto kamikaze traumatizado por fallar en su misión suicida. El equilibrio entre espectáculo y emociones, entre los desastres provocados por el monstruo y las reacciones humanas, entre entretenimiento y representación de un trauma colectivo, es perfecto. Sin duda es la mejor película de monstruos vista en años y quizás la más importante de la saga tras la fundadora de 1954. Es poco comprensible que se haya distribuido tan tacañamente, en tan pocas pantallas. Háganse un favor, si les gusta el cine fantástico en general y el de monstruos en particular: no se la pierdan.           

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