La definición de la RAE a la palabra clientelismo no tiene desperdicio, la transcribo: "Sistema de protección y amparo con que los poderosos patrocinan a quienes se acogen a ellos a cambio de su sumisión y de sus servicios". Y en el fondo el PSOE está repleto de clientelismo. De clientelismo de no afiliados ni afines, y de clientelismo de gente del partido. No se puede perder el enchufismo, ni siquiera el clientelismo, hay que seguir viviendo del cuento, chupando del bote inagotable. Por eso, a estas alturas, después de la sonada victoria de Pedro Sánchez, tan solo ha dimitido Corcuera. El que fuera, en su tiempo, ministro del Interior se ha dado de baja como militante en la agrupación socialista de Portugalete (Vizcaya) por sus diferencias con Sánchez. A eso lo llamo yo coherencia. El resto de los barones, pues con el rabo entre las piernas y diciendo aquello de: "Si la mayoría quiere a Pedro Sánchez pues es nuestro secretario general".

A todo esto, Susana Díaz ha descubierto por fin lo que hemos venido anunciando desde hace tiempo, que no gusta, que no posee carisma, ni cultura, ni discurso, ni presencia. Se han dado cuenta ustedes del bajo (pésimo diría) nivel de los políticos españoles. Es lamentable, ninguno de ellos se salvaría en un examen de presencia política. Pero en el fondo nos gusta hacer el ridículo, ya sea votando a Sánchez o a Susana, o ya sea llenando la Puerta del Sol para apoyar la moción de censura de Podemos, que más que una moción de censura es una rabieta de imberbe, de imberbe descafeinado. Y hablando de películas de miedo no podemos dejarnos atrás la ridiculez del borrador de desconexión de Cataluña. No hay por dónde cogerlo. Un español de a pie, sensato, coherente, en el mundo, cuando lee esas páginas catalanas, premisa y bandera de los Puigdemont, Junqueras y Romeva, sonríe, y lo hace con coherencia, con la misma coherencia con la que ha actuado Corcuera.

Ahora Susana corre para evitar el avance de los sanchistas en Andalucía, pero Susana Díaz es corta de mente, la gente que no quiere a Susana ahora se llama sanchista, y eso es un error, porque Pedro Sánchez aún no es nadie para acuñar un término, tal vez para llenar de clientelismo, de su clientelismo, el nuevo PSOE.

En España se está abriendo un hueco grande para que venga un político sensato y llene el vacío de la socialdemocracia. Es necesario que ocurra. Y muy urgente.

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