Cultura

La degradación de los objetos comunes

  • El escritor granadino Miguel A. Zapata publica 'Las manos', una novela que radiografía la "descomposición actual de la sociedad" a partir del extravío de la Copa del Mundo de fútbol

La Copa del Mundo de fútbol equiparada con "el Vellocino de Oro o el Santo Grial". Es la idea en torno a la que el escritor granadino Miguel A. Zapata arma Las Manos (Candaya), una novela abordada, según el autor, con "una visión irónica, esperpéntica y tragicómica de la vida".

"El hombre contemporáneo ha perdido gran parte de su individualidad en pos de objetos. Hay millones de personas que serían capaces de dar la vida por tocar la Copa del Mundo, y eso implica un retorno a la idea de objeto sagrado que acompaña a los mitos antiguos", subraya.

Durante el recorrido triunfal de la selección española por las calles de Madrid tras el Mundial de 2010, el delantero Fernando Torres extravía el trofeo: "Me pilló en Callao. Tuve la sensación de que Torres no disfrutaba los fastos del mismo modo que el resto. Miraba el trofeo con cierta aprensión. Me pregunté qué pasaría si se le hubiese caído la copa de las manos", expone Zapata acerca del inicio del libro.

Pero la premisa, lejos de las primeras sensaciones -"no es una historia sobre fútbol"-, es una excusa para adentrarse en una radiografía de estos tiempos: "Me interesaba el contraste. Ese punto de partida disparatado entronca luego con el análisis de una sociedad en descomposición, en la que los acontecimientos económicos están haciendo que el sistema se venga abajo".

El hilo conductor de la historia es Mario Parreño, que abandona su rutina vulgar para convertirse en detective aficionado y rastrear las huellas de la Copa del Mundo: "No tiene un referente crítico para entender la realidad. Conforme avanza su aventura va descubriéndose a sí mismo. Si entendemos al antihéroe como Salinger en El Guardián entre el centeno, enfurruñado con la vida y rebelde a su pesar, Parreño no es antihéroe. A su manera... sí es un héroe; en un mundo descabezado como este, tenía que ser un héroe cercano a lo ridículo y a lo risible", comenta Zapata, quien cita El hombre sin atributos de Robert Musil como una referencia para su protagonista.

Aunque confiesa que en Las manos las influencias "son inconscientes" -"uno no empieza una novela diciendo voy a arrancar de este tono, este estilo o este autor"-, el escritor sí admite "cierta concomitancia" con Eduardo Mendoza. "O con Thomas Pynchon, con los personajes abocados a historias que sobrepasan sus capacidades de novelas como Contraluz o V".

Zapata agradece a los escritores latinoamericanos la veta abierta para narrar historias con el balompié como origen: "Hay cuentos de Mario Benedetti con el mundo del fútbol como epicentro que son magistrales. Eduardo Galeano, tanto en artículos como en otras obras literarias, considera que el fútbol es un punto de partida para una percepción crítica del mundo. Albert Camus decía que lo que conocía de los hombres se lo había enseñado el fútbol", expone.

El autor considera que los escritores en España han tardado mucho en aceptar el deporte como origen para emprender la tarea narrativa: "Ahora todos los intelectuales son forofos reconocidos de algún equipo; por ejemplo, Javier Marías tiene el corazón más blanco del país".

Comenta Zapata que si los aficionados al fútbol se acercasen a Las manos como si fuera una novela sobre este deporte "podrían sentirse decepcionados". El escritor focaliza la tensión del discurso en el trofeo, un objeto al que concede gran importancia, como ocurría en El halcón maltés de Dashiell Hammett. "O en el trineo de la infancia de Rosebud en Ciudadano Kane", aporta.

La historia requería, según el autor, ser abordada con "un efecto deformante, ya que desde un punto de vista naturalista no se sostendría". Que Mario Parreño, sin grandes expectativas vitales, se lance a una aventura heroica exige "un tratamiento que parta del humor negro o del surrealismo". Las manos se nutre "del esperpento valleinclanesco, el tono umbraliano o el humor irónico de vanguardistas españoles como Benjamín Jarnés, Francisco Ayala o Gómez de la Serna".

Miguel A. Zapata llega a la novela tras pasar por el microrrelato -Baúl de prodigios y Revelaciones y Magias- y el cuento -Ternuras interrumpidas. Fabulario casi naif y Esquina inferior del cuadro-: "No pienso que sea una evolución. Simplemente, cuando empecé a escribir era más lector de cuentos, con Felisberto Hernández, Juan José Arreola...". Las Manos es la primera parte de una trilogía: "En este libro trato cómo se degrada lo icónico; después escribiré acerca de la degradación del espacio en el que el hombre desarrolla su vida y, más tarde, sobre la degradación moral".

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