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El ángel de la guarda de la Fuente de Saba

  • Eugenio Rodríguez Romero, vecino de Valverde, recibe la Medalla de Oro de la ciudad por su trabajo altruista en el cuidado de uno de los símbolos patrimoniales de la localidad

El ángel de la guarda de la Fuente de Saba

El ángel de la guarda de la Fuente de Saba

Eugenio Rodríguez Romero ya forma parte de la historia de Valverde del Camino. Sobre su pecho luce el oro de la medalla que sus vecinos le han colgado al cuello por su esfuerzo desinteresado y su respeto al medio ambiente. Hace 15 años que este ilustre valverdeño decidió acabar con el olvido de la Fuente de Saba para convertirla en uno de los patrimonios naturales y emocionales más representativos del municipio.

Eugenio solía beber sus aguas cuando era pequeño durante las largas tardes estivales de juegos y experiencias. Un día, mientras combatía el azúcar a base de caminatas, recordó aquella época en blanco y negro, buscó la fuente y le dio un vuelco el corazón. El manantial que tanta vida le había reportado presentaba una imagen deplorable.

Fue entonces cuando se encomendó salvarla. La limpió de maleza, la restauró y la embelleció con una amplia variedad de árboles frutales. Un membrillero, una higuera, un granado, un ciruelo o un melocotonero. Actualmente, la Fuente de Saba corona un huerto lleno de luz, lleno de color, con escalera de entrada y banco para recrearse.

Momento de la recogida de la presea dorada por su trabajo altruista en la Fuente de Saba Momento de la recogida de la presea dorada por su trabajo altruista en la Fuente de Saba

Momento de la recogida de la presea dorada por su trabajo altruista en la Fuente de Saba / Javier Monterroso

“Mi mujer, igual que otra gente, me dice que estoy tonto, que le dedico mucho tiempo como si fuera mío. Y yo le digo que no es mío, pero es del pueblo”. Así zanja Eugenio cualquier argumento en contra del altruismo. “Cuando lo he hecho es porque me ha gustado. Yo he trabajado aquí más que un lobo. Y sé que lo hago para nada, sólo para que lo disfrute el pueblo”.

Todo un ejemplo de civismo y solidaridad, este zapatero jubilado teme que el paso del tiempo arrastre con él a su querida fuente: “Tengo miedo a que no haya relevo. Y eso que el que quiera continuar mi labor se lo encuentra todo hecho, sólo tiene que mantenerlo”. Levanta la mirada a la cañada que vertebra el espacio y disfruta de su obra.

Cada día, sin haber salido aún el sol, Eugenio recorre la Vía Verde Los Molinos de Agua que le lleva a su segunda casa en plena Dehesa de los Machos. Este camino también lo ha poblado de árboles, aunque lamenta que los animales se han comido muchos ejemplares. “Tapen la fuente” o “Respeten el huerto” son algunas de las prohibiciones en un espacio lleno de libertad.

Reconoce que le hizo mucha ilusión recoger la presea dorada de su Valverde. Se la entregó el concejal de Medio Ambiente, Juan Manuel Macías, el mismo que un día lo propuso. Y con la misma naturalidad que le caracteriza, agradeció a su pueblo los honores y mandó un mensaje en defensa del tesoro natural: “Que esta medalla sirva para que los espacios de nuestro entorno no caigan en el olvido”. El Teatro Municipal Puerta del Andévalo rompió a aplaudir.

Eugenio siempre la conoció como la fuente de los vieros en alusión a los que trabajaban en el trazado del ferrocarril. Desde entonces, un raíl hace de cúpula de esta construcción que ya se ha convertido en su segunda casa. Una historia de amor que en octubre cumple 15 otoños. Sin velas ni manteles. Con mucho, pero mucho esfuerzo.

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