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¿Sabes qué es el síndrome de Solomon? ¿Tienes miedo a destacar?

¿Sabes qué es el síndrome de Solomon? El término se debe al psicólogo Solomon Asch, que demostró cuánto nos importa la aprobación de los demás y la necesidad de sentirnos dentro de un grupo. Dicho psicólogo realizó una prueba en la que participaron 123 jóvenes voluntarios, sin saber que era un experimento sobre la conducta humana en un entorno social.

El experimento era muy sencillo: hacía un grupo de ocho chicos, de los que siete estaban compinchados con Ash y uno no, creyendo que todos participaban en la misma prueba de visión que él. Asch les mostraba tres líneas verticales de diferentes longitudes, dibujadas junto a una cuarta línea. La primera y la cuarta eran exactamente iguales. Entonces Asch les pedía que dijesen en voz alta cuál de entre las tres líneas verticales era igual a la otra dibujada justo al lado. Pero Ash dejaba para el último al alumno que no sabía nada después de haber escuchado la opinión de los otros.

La respuesta era tan evidente que no podía haber lugar para el error. Sin embargo, los siete estudiantes compinchados con Asch respondían uno a uno la misma respuesta incorrecta. A veces, para que no se notase, se ponían de acuerdo para que uno o dos dieran otra contestación, también errónea.

Este ejercicio se repitió 18 veces por cada uno de los 123 voluntarios que participaron en el experimento. A todos ellos se les hizo comparar las mismas cuatro líneas verticales, puestas en distinto orden. Sólo el 25% de los participantes habían respondido correctamente. Cuando se les preguntó a todos los que habían fallado, al 75%, qué había pasado comentaron que se habían dejado influir por la opinión de los demás. Que, aunque sabían que ellos lo que veían y sabían era correcto, preferían no destacar y estar con la conformidad del grupo.

Para Ash, "la conformidad es el proceso por el que los miembros de un grupo social modifican sus comportamientos, pensamientos y decisiones para poder encajar con la opinión de la mayoría" .

Realmente se dice que padecemos el síndrome de Solomon cuando nos comportamos o tomamos decisiones que nos evitan destacar, sobresalir o brillar en un grupo social determinado. Nos da miedo triunfar, llamar la atención, por miedo a generar envidias y que nuestros logros o virtudes sienten mal a los demás. Por ejemplo, cuando hemos sabido una respuesta en clase y a la pregunta en alto del profesor no nos hemos atrevido a decirla porque sería ponernos en el centro de atención y así todo el mundo estaría pensando sobre nosotros en ese momento. O dar una idea u opinión en público, por ese miedo a la valoración externa y a destacar.

Es la presión social que ejerce el grupo sobre quienes sobresalen por sus conocimientos, aspecto físico, inteligencia, esfuerzo, talento... esto se suele ver mucho en el ámbito laboral, los celos profesionales, aunque también se dan en el ámbito familiar o de amigos. Pero este miedo a destacar también nos va a impedir alcanzar nuestro éxito, ya que nuestras virtudes y potenciales estarán ocultos sin poder desarrollarse. Nuestra esencia se queda apagada y al final también nos sentimos mal, ya que nos estamos traicionando a nosotros mismos.

Algunos de los comportamientos típicos de las personas que sufren este síndrome son: nunca buscan sobresalir en ningún área de su vida: académica, familiar, laboral; dudan de sus capacidades, ideas y opiniones; no suelen tomar decisiones por ellos mismos, esperan el consejo o que alguien les diga lo que tienen que hacer; practican la autocensura a la hora de opinar o de dar una idea propia, y suelen desacreditarse muchísimo pensando que sus opiniones o ideas son siempre peores a las de los demás.

Está claro que hoy en día la sociedad tiende a destruir el éxito de los demás, la envidia es la enfermedad de muchos siglos, aunque ahora más evidente. De ahí el miedo a que nuestras virtudes brillen por encima de los demás y los demás sientan envidia.

Porque hay muchas personas que no soportan que a alguien le vayan bien las cosas en la vida. Desear algo que no tenemos y que sí tiene otro, lleva a muchos a costarles alegrarse de las cosas buenas que le suceden a los demás: "Si yo no lo tengo, los demás tampoco". Esto nos lleva a que nos fijemos en lo que nos falta, en nuestras propias carencias y no en nuestras virtudes. Aquí es donde el complejo de inferioridad va haciéndose su caldo de cultivo: nuestras frustraciones la vamos a proyectar en el otro juzgando y criticando al que lo ha conseguido.

Cómo mejorar si nos vemos en el síndrome de Solomon

Si creemos que tenemos mucho de lo que se identifica con el síndrome de Solomon, hay una serie de recomendaciones que podemos seguir.

  • Aumentar la confianza en nosotros mismos, sin dejar que los otros decidan por nosotros.
  • Reforzar nuestra autoestima: fijándonos en lo que nos guste de nosotros mismos, nuestros dones y capacidades.
  • Respetar nuestras decisiones y opiniones: si creemos que tenemos una idea interesante, compartámosla; si tenemos que dar una opinión aunque haya personas que no piensen como nosotros, opinemos.
  • Centrémonos en nosotros, no en cómo son los demás, porque la comparación destruye.
  • Luchar contra la conformidad: no hacer lo que diga el grupo sin estar de acuerdo por miedo al rechazo.
  • Buscar nuestra esencia, lo que nos hace únicos y diferentes. Todos somos uno, iguales pero con unos dones y talentos diferentes.
  • Celebrar y reconocer el talento y el éxito de los otros; sacar nuestro brillo, soltando el miedo.

Nelson Mandela, después de 27 años en la cárcel, compartió con el mundo un poema escrito por Marianne Williamson: "Nuestro temor más profundo no es que seamos inadecuados, nuestro temor más profundo es que somos excesivamente poderosos, es nuestra luz y no nuestra oscuridad, la que nos atemoriza".

Nos preguntamos, ¿quién soy yo para ser brillante, magnífico, fabuloso y talentoso? En realidad, ¿quién eres para no serlo? Infravalorándonos no ayudamos al mundo. No hay nada de instructivo en encogerse para que otras personas no se sientan inseguras cerca de nosotros. Esta grandeza de espíritu no se encuentra sólo en algunos de nosotros, está en todos. Y al permitir que brille nuestra propia luz, de forma tácita estamos dando a los demás permiso para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo, automáticamente nuestra presencia libera a otros.

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