Balcón de sol

José García Carranza

Puerta de aniversario

Desayunamos con la triste noticia de la muerte de Jaime de Armiñán. Dirigió a Juncal y Búfalo en aquella mítica serie que en los años 80 enseñó a la sociedad española las grandezas y miserias de esta hermosa fiesta. Pensaba que, al inicio del paseíllo, se guardaría un minuto de silencio en su memoria. No fue así. Estoy seguro, no obstante, que por la mañana Juncal se acercó con Búfalo a la puerta de la gran señora y con la torería que le caracterizaba se descubriría, emocionado, en recuerdo de su director. Descanse en Paz. Esperaban mucho los aficionados de la corrida del parralejo y no defraudó. Bien presentada, enrazada, en los primeros tercios no acabaron de emplearse, acudiendo al caballo con prontitud, si bien la mayoría de las veces al relance o al encuentro tendiendo a salir suelta. En la muleta dieron juego desigual: manseando y con genio algunos, nobles otros. Destacó especialmente el cuarto premiado, quizás excesivamente y por comparación, con la vuelta al ruedo. Este toro fue noble desde que salió, si bien en las dos varas que tomó salió suelto. En la muleta destacó por el pitón derecho reponiendo más por el izquierdo. Humillado, con fijeza, ritmo y temple era el toro soñado.

Miguel Ángel Perera ya anunció su disposición con su primero, un toro agresivo e incómodo al que dominó con su toreo de quietud y manos bajas. Lo mató de una gran estocada. Lo mejor, no obstante, estaba por venir. Ocurrió con su segundo de nombre Oloroso. Noble y con ritmo, el torero de la Puebla del Prior no le dudo y, citándole desde los medios, le dio una templada serie de rodillas que remató con un profundo pase de pecho de pitón a rabo. La plaza ya estaba puesta en pie. A partir de ahí, las series por la derecha de manos bajas se sucedieron sin solución de continuidad. A su toreo poderoso, hondo, profundo, se unía un extraordinario temple. Los pases eran eternos. Con la plaza loca cogió la izquierda, el toro reponía y protestaba más, bajando la faena de intensidad. Rápidamente cogió de nuevo la derecha para dar una rotunda serie y, ya pidiendo el toro la muerte, rematar la faena con unas toreras bernardinas. Lo mató de una gran estocada que hizo rodar al toro sin puntilla.

Que verdad es que un toro bravo necesita un gran torero. Han tenido que pasar 20 años desde su alternativa para abrir la Puerta del Príncipe, pero seguro que la espera ha merecido la pena. Enhorabuena maestro.

Tuvo Paco Ureña, quizás, el peor lote de la corrida. A mí me encantó, no obstante, con su primero. Es Paco un torero muy puro, torea con mucha verdad, siempre dando el pecho, la muleta adelantada y rematando atrás. Así dio dos series al natural, quizás las mejores de la tarde, para rematar con una estocada en corto y por derecho, con mucha verdad. Para mi sorpresa no se le pidió una oreja de la que hubiese sido justo merecedor.

Me sorprendió gratamente Borja Jiménez, dispuesto y valiente, ha adquirido una gran técnica buscando un toreo de profundidad y hondura que consiguió por momentos, si bien, en ocasiones, se le vio acelerado. Mató correctamente de dos estocadas.

Acabó la corrida y por la Puerta del Príncipe salían toro y torero. Desde el cielo estoy seguro de que el ganadero, don José Moya, estaría llorando viendo cumplido su sueño. Yo me quedé en la plaza soñando con la vuelta al ruedo que también debió dar el toro Tabarro de Santiago Domecq.

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