Gente de Aquí y Allá

Manuel de la Corte: Bollullero y Puntaumbrieño

Manuel de la Corte.

Manuel de la Corte. / M.G. (Punta Umbría)

Me reúno todas las tardes para tomar café con un grupo de amigos muy variopinto en la calle Ancha de Punta Umbría. Formamos una tertulia muy amena y bonita, donde lo mismo hablamos del Recre, de su trayectoria o de sus fichajes, porque en nuestro grupo tenemos a un aficionado que no se pierde ni un solo partido, ni dentro ni de fuera, va a todos los desplazamientos con el equipo de su alma, él y toda su familia. También hablamos de cultura, de libros y novedades, ya que para eso tenemos entre nosotros al librero del pueblo. No dejamos atrás los carnavales, ya que con nosotros se sienta a tomar su cafelito diario un entendido y gran aficionado que nos enseña a todos un poco. Por supuesto, algo tocamos de política, aunque no mucho, para no terminar enfadados, porque cada uno tiene su propia opinión. Y no faltan nuestros contertulios que se unen en verano y que nos aportan su visión desde el exterior. Incluso nos dicen que de lo mejor de sus veranos son los ratos junto a nosotros. Además, muchos también vienen en pleno invierno algunos días a tomar su café y pasar un rato de tertulia.

El otro día vino a ver a su padre un chaval de 12 años y me lo presentó y me dijo: “Ah, usted es Fernando, yo he leído un libro suyo. A ver cuándo escribe usted sobre mi abuelito”. Y me pareció tan tierna la propuesta, que aquí estoy, dedicándole unas letras.

En Bollullos del Condado había una amplia tradición a elaborar artículos de cuero como cinturones, bolsos, carteras y también productos para los animales como los arreos y adornos para estimular a los caballos a caminar y otros artículos de trabajo. En definitiva, uno de estos talabarteros era el bisabuelo del niño con el que hablé, que estaba casado con Dolores. Y de esa unión nació Manuel de la Corte Díaz en pleno verano de 1943, que fue el abuelo de quien me hizo el encargo de escribir. Es bonito que un nieto te pida que escribas sobre su abuelo.

Manuel estudió sus primeras letras en Bollullos y destacaba por sus buenas notas, por lo que quisieron llevarlo interno a un buen colegio de Sevilla para seguir progresando. Pero él niño no quiso separarse de sus padres y de su pueblo y, con solo 15 años, le buscaron un puesto de trabajo como aprendiz en una bodega local, concretamente en las conocidas y buenas Bodegas Iglesias, famosa por sus grandes vinos “Jubiloso”, “Papá Cheché”, “Rica Hembra” y otros ricos caldos elaborados con la autóctona uva Zalema.

Después, sus padres decidieron venirse a vivir y trabajar a Punta Umbría, como tanta gente, ya que aquí había trabajo para todo el mundo. Punta Umbría estaba de moda en España y aquí se abrían muchas posibilidades. Se empezaban a construir muchas viviendas, muchos hoteles, bares, restaurantes y lugares de ocio. Un día, su hijo, que continuaba en la bodega, vino a Punta Umbría a visitar a sus padres y vio que para él también había trabajo. Además, conoció a una chica muy guapa de Isla Cristina, de la que se enamoró, por lo que solo volvió a Bollullos a despedirse de su familia y de su trabajo. De vuelta a este pueblo de tantas posibilidades se puso a trabajar con su padre en la construcción y desde entones heredó el apodo de su padre “Manuel el bollullero”.

Trabajó en muchas construcciones por todo el pueblo. Fue un magnífico albañil y formó una muy buena cuadrilla. El día 1 de enero de 1971 se casó con aquella chica de Isla Cristina que le cautivó en su primera visita. Hasta que se compró su propia casa vivió alquilado en la vivienda que Tomás, el del bar Los Caracoles, y su esposa Anita tenían encima de tan señero establecimiento. Y fue precisamente en esa casa donde nació su hijo Manolín, mi amigo y contertulio, y padre del niño que me pidió que hiciese lo que estoy haciendo ahora. Por cierto, el niño también se llama Manolo de la Corte y ya, con él, van cuatro miembros de la familia con el mismo nombre y apellidos.

Después de Manolín tuvieron más hijos, Sergio y Verónica, los cuales viven actualmente en Inglaterra, donde tienen sus buenos trabajos y se sienten muy bien acompañados por su madre y su hermano mayor los visita de vez en cuando.

Manuel de la Corte y su padre, es decir, el abuelo y el bisabuelo del niño, eran muy aficionados al Flamenco y contribuyeron, con su trabajo y esfuerzo personal, a levantar la preciosa Peña Cultural Flamenca de Punta Umbría, de la que todos los puntaumbrieños se sienten tan orgullosos. Pero hay que hacer constar que ni padre ni hijo aparecen por ninguna parte y, sin embargo, sí que trabajaron, y duro, restándole tiempo a su vida familiar para dedicárselo a engrandecer este pueblo sin recibir nada a cambio. Igual que tantos otros, pero que han tenido su reconocimiento, mientras que ellos no.

Razón tuvo el pequeño Manolo al pedirme que hiciera este escrito. Su abuelito fue uno de esos trabajadores anónimos que hicieron más grande a esta Punta Umbría y al que tanto le debemos todos los habitantes de hoy.

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