Tribuna

Manuel gracia navarro

Ex presidente del Parlamento de Andalucía

¿Revanchismo o memoria?

Es justo y necesario que ahora honremos a la España que se pretendió aniquilar, no para imponerla por la fuerza, sino para que su memoria nos haga mejores a todos

¿Revanchismo o memoria? ¿Revanchismo o memoria?

¿Revanchismo o memoria? / rosell

Pertenezco a una generación que se había criado en los años siguientes a los "del hambre": conocimos las cartillas de racionamiento, con cuyos resguardos, por cierto, jugábamos a la lotería muchos niños; vivimos la obligatoriedad de comprar sellos de Falange para entrar a los cines; estudiamos en una escuela franquista en la que se cantaba en formación militar el Cara al sol antes de empezar las clases, y la historia de España que nos enseñaron era una sucesión de heroicos y patrióticos caudillos que empezaba en Indibil y Mandonio, continuaba con Viriato, pasaba por El Cid y Agustina de Aragón y culminaba en Francisco Franco.

Mientras, decenas de miles de hombres y mujeres, españoles también, estaban en cárceles acusados de rebelión, ejecutados en muchos casos sin juicio, perseguidos por haber sido leales a la República, represaliados en su puesto de trabajo, humillados y señalados, expoliados de sus bienes, y todo ello años después de acabada la Guerra Civil. Por no hablar de quienes al final de la guerra se vieron obligados a exiliarse fuera de España. El debate sobre los muertos durante la Guerra Civil y la pretendida equidistancia acerca de las barbaridades de uno y otro bando no puede impedir que recordemos, que hagamos memoria de lo que ocurrió acabada la guerra. En cualquier caso, el régimen franquista surge de un acto -ese sí- de rebelión militar ilegítima contra el orden constitucional vigente.

De todo ello existen abundantes testimonios que nadie puede negar, por lo que resulta necesario hacernos una sencilla pregunta: ¿Es revanchismo exigir la recuperación de la memoria histórica? ¿Es revanchismo que quienes perdieron a sus familiares quieran encontrar sus restos y darles un honroso y respetuoso descanso? Revanchismo fue, muy al contrario, lo que hizo el franquismo con todos ellos y con sus allegados, en un intento -que el tiempo ha demostrado inútil- de erradicación sistemática de aquellos valores a los que -ellos sí- fueron leales. Porque no sólo se perdieron millares de vidas humanas bajo la dictadura del general Franco, no solo fueron truncadas esperanzas personales, y torcidas vocaciones profesionales de tantos y tantas españoles y españolas; también perdimos- y lo perdimos todos- un futuro, un universo de valores que el franquismo se propuso subvertir a conciencia. Junto a la llamada Formación del Espíritu Nacional, nos encontrábamos con una completa amputación de la práctica totalidad de nuestra más reciente tradición cultural, especialmente literaria. Estaban prohibidos Antonio Machado, toda la Generación del 27 salvo Dámaso Alonso, por supuesto Miguel Hernández, Valle Inclán, Pablo Neruda, Gabriel Celaya, Blas de Otero, Nicolás Guillén, Luis Cernuda, y así hasta el infinito.

Era como si nos estuvieran amputando una parte de nuestro ser, de nuestra identidad personal, de nuestra historia. Quienes amábamos la poesía no teníamos más remedio que acudir a los clásicos, como Jorge Manrique, Garcilaso o Quevedo, o bien encontrar algún profesor que con libertad de criterio nos leía algunos poemas de García Lorca, Machado, y poco más. Nos impusieron además una visión unilateral de nuestro pasado. Del Imperio Romano lo más destacado era el cruel asalto y derrota del heroico pueblo de Numancia, ejemplo del patriotismo irredento de una España inexistente pero ya entonces glorificada, y la persecución y "martirio" de los cristianos. De la España musulmana mejor no hablar: los califas eran gentes despiadadas que impusieron por la fuerza de las armas una forma de vida ajena a nuestras tradiciones, de la que fuimos liberados por los Reyes Católicos en la culminación de la Reconquista. ¿Reconquista de qué y de quiénes?

El franquismo trajo todo esto, sobre todo una visión monolítica y autoritaria de nuestra vida y de nuestro pasado. Por eso es justo y necesario que ahora honremos a la España que pretendió aniquilar, no para imponerla por la fuerza a la de hoy, sino para que su memoria nos haga mejores a todos.

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