Tribuna

José Domínguez León

Profesor UNED. Académico de Número de la Academia Iberoamericana de La Rábida

Repensar la seguridad de Occidente (I)

Se constatan a lo largo de las últimas décadas numerosos problemas en seguridad y defensa que emergen y se enseñorean, en un panorama cada vez más complejo y controvertido. Ya no es suficiente para afrontarlos con contar con unas estructuras sólidas y profesionalmente preparadas, dado que en cualquier lugar del mundo pueden aflorar situaciones de alta conflictividad. Los conflictos a lo extenso del planeta se cuentan por decenas y, aunque se clasifiquen algunos como de baja y media intensidad, nada quita para que se conviertan en otros de alta, en tanto las evoluciones de ellos pueden desembocar en situaciones no esperadas ni deseables.

La prospectiva puede ayudar a construir escenarios, a la vez que a determinar posibles futuros, deseables y no deseables. Las técnicas a emplear son variadas y poco asequibles para la mayoría de investigadores que surcan los territorios disciplinariamente próximos a los conflictos. Se acumulan numerosos problemas emergentes en seguridad, contemplados desde la perspectiva de Occidente, no es una visión eurocéntrica ni catastrofista, sino una puesta al día de cuanto influye en la seguridad y la defensa desde un punto de vista objetivo y las formas en que ello incide en la percepción de dicha cuestión. Se ha argumentado sobradamente que los ciudadanos perciben la Seguridad en función del cúmulo de datos y noticias que se agolpen en los medios de comunicación, entre otras cuestiones.

Parece que la reflexión acerca de la seguridad de Occidente se expresa en momentos concretos, tal vez privilegiados de la Historia, en una sociedad en la que, precisamente, la mundialización de gran cantidad de procesos y fenómenos interrelaciona cuanto sucede en zonas muy distintas y distantes.

Europa y Occidente, en general, se apresuran a parapetarse ante potenciales riesgos y amenazas en materia de seguridad. Sin embargo, no pueden limar las angulosidades que sobresalen y dañan a ciudadanos e instituciones. Los fenómenos de las últimas décadas relativos a conflictos de diferente intensidad, movimientos migratorios no ordenados, la lucha por el reconocimiento de los derechos humanos, la conciencia creciente en torno a la preservación del planeta y la salvaguarda de los recursos indispensables, las preocupaciones alrededor de algunos de dichos recursos limitados, son moneda común. De otra parte, los enfrentamientos basados en aspectos ideológicos, económicos, religiosos, sociales, etcétera, pueden dar al traste con algunos de los más importantes logros de la Humanidad culminados a lo largo de los últimos años.

En la sociedad actual se abre camino la necesidad de sostener la seguridad y la defensa de Occidente, lo cual no es solo cuestión de afianzar y modernizar la defensa. Esto es fundamental, aunque no lo único. Se trata de estructurar una nueva visión del mundo en la que las fronteras cumplan papeles clásicos y otros novedosos. Así, el concepto de fronteras extendidas o avanzadas puede llevar a facilitar el rearme ético de Occidente, ofreciendo recursos a países necesitados, in situ, en origen, respetando sus peculiaridades hasta donde sea viable y el Derecho Internacional Humanitario permita. Los derechos humanos y la democracia han de prevalecer. Desde esta premisa sería necesario reestructurar en gran medida la ayuda a los países y zonas que se adentren en la senda de avanzar y progresar. No es una cuestión solo económica, sino también política, ideológica y humanitaria. Se afirma así el conjunto de misiones militares orientadas a estabilizar los conflictos en origen.

Occidente arrastra demasiados lastres de malas prácticas y de miserias, por lo que es preciso repensar y corregir muchas realidades propias como camino para poder ayudar a ciudadanos y países que no cuentan con niveles de vida desarrollados. Este replanteamiento ayudaría a los más necesitados fuera de Occidente, así como a los menos favorecidos de los propios países occidentales. No es un contrasentido que apoyar el desarrollo de los pueblos puede significar una cualificada mejora interna en Occidente, centrada en quienes se hallan en situaciones de pobreza, subempleo, exclusión, etcérera. Antes que atender un desarrollo que impulse a los sectores cuyas situaciones no peligran o no se hallan en coyunturas críticas, es imprescindible apoyar a quienes han de salir del olvido. Todos progresarán si se incide en medidas para mejorar las situaciones de personas y países desfavorecidos. Esto contribuirá a extender los derechos humanos y la democracia y, a la par, consolidar la seguridad y la defensa de Occidente, contempladas de esta forma como el imperio del bien en un territorio expandido, al que se habrán incorporado las democracias que surjan de estas acciones solidarias. El futuro ha de consolidar sistemas avanzados y pueblos que vivan en paz orientados hacia el progreso.

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