
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Saber irse
Alto y claro
Pedro Sánchez es un zombi: está muerto, pero él no lo sabe. Las revelaciones sobre Santos Cerdán, que se unen a lo que ya se sabe sobre José Luis Ábalos y que anteceden a lo que esté por venir, lo han convertido en un espectro político que intentará aguantar lo que pueda porque nadie a su alrededor se atreve a decirle que ya no tiene un lugar en este mundo. Triste final, sea cuando sea ese final, para un especialista en adaptarse a las circunstancias más adversas y escabullirse de las trampas más difíciles. Pero esto que le ha ocurrido ahora sobrepasa incluso sus capacidades más demostradas. Como le pasó a Felipe González, como le ocurrió algo más tarde a Mariano Rajoy, Sánchez se irá rodeado por el olor fétido de la corrupción. Es difícil imaginarle un final peor para el que llegara a la Moncloa en una habilísima maniobra que tenía como coartada la limpieza de la vida pública.
Que ha pasado a ser un zombi lo demostró de forma patética en la comparecencia en la que pidió perdón por no haberse enterado de las trapisondas de su cuate. Por si había alguna duda, el maquillaje tétrico y la iluminación fúnebre que acompañaron esa puesta en escena terminó por despejarla.
Pero como buen zombi, Sánchez está muerto, pero no está enterrado, Continuará no se sabe durante cuánto tiempo vagando, convencido de todavía está en el mundo de los vivos. Ese convencimiento tiene, por esta vez, una base cierta. Sánchez sabe que tiene enfrente un fantasma y entre un fantasma y un zombi no está muy claro quién puede ganar. Alberto Núñez Feijóo ha vuelto a demostrar estos días que, ayuno de carisma, vaga por el inframundo arrastrando una pesada cadena que se llama Vox. Mientras sobre los socialistas arrecia una tormenta de proporciones bíblicas, el líder del PP ha sido incapaz de movilizar ni un solo escaño más para presentar una moción de censura para darle la patada final a su oponente. Todos, excepto el PP y los ultras, ven más rentable convertirse en cómplices de lo que está pasando antes que confiar en él.
Mal asunto. Tenemos a un presidente con un pie en la sepultura y a un candidato de la oposición invisible y que no es capaz de levantarse. El zombi contra el fantasma. Parece el título de una película de serie B de la productora Hammer de los años sesenta. Pero es la triste realidad. Qué miedo.
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