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La luz de Huelva no es solo un elemento distintivo para vender el destino en las ferias de turismo. Que la onubense sea la ciudad con más horas de sol de España es, además de un aliciente para disfrutar del entorno, una razón para quedarse. Y diría más. Es precisamente lo que define el carácter del “choquero”. Ese que apura las horas en la calle en verano y regresa a casa por la noche caminando junto a las señoras al fresco en las aceras. El mismo que espera con ilusión echarse a las arenas cada mes de mayo al encuentro de la Virgen del Rocío. El que estrena traje en Semana Santa, se viste de romería, festeja las cruces de mayo y come choquitos fritos y adobo en las terracitas de Punta Umbría. Ese onubense al que le dan miedo las “aguas malas” en la playa, se monta en los cacharritos en Colombinas, “sabe más Briján” y coge la canoa en la ría. La luz de Huelva no solo ilumina las esquinas de una tierra “que aún está por conocer”, también hace brillar a quienes la habitan. Niños, mayores y jóvenes que aún amándola desde la cuna, un día tienen que marcharse por falta de oportunidades. ¿No es quizá la gente de un lugar la que lo hace grande? ¿Cómo Huelva va a despegar si dejamos marchar a quiénes la defienden? Es cierto que en una ciudad pequeña y “práctica” como Huelva quizá no sean necesarias las pretensiones. O puede ser que arriesgarse en esta tierra esté sobrevalorado y no conviene. Pero dar oportunidades, confiar en gente que se mueve, que lucha, pelea y sobresale debería ser de carácter obligado en una ciudad que aspira a convertirse en la capital verde del sur de Europa. Que tiene una industria creciente, un Puerto con cada vez más potencial y una necesidad imperiosa de arrancar, diferenciarse y empezar a creérselo. Pero, ¿Cómo nos lo vamos a creer si nos cortan las alas? ¿Cómo va a tener fe el onubense que vende su tierra si es la misma que le obliga a marcharse para poder encontrar un trabajo que le pague las facturas? Hoy no hablo en primera persona. Más bien en tercera. Por todos los que tuvieron que marcharse de su querida tierra en busca de un empleo digno. Por quienes estudiaron una carrera, luego un máster y luego trabajaron jornadas de 12 horas para terminar dando un paso al lado porque la vida se les iba en la oficina y encima, no tenían un duro en el banco.
“A mi querida Huelva, siempre presente en mis sueños, aunque la distancia me haya llevado lejos. No fue la falta de amor, sino la ausencia de oportunidades la que me empujó a marcharme. Pero cada rincón, cada atardecer sobre tus playas y tu ría, y la calma de tu sierra viven en mí. Volveré, porque en ningún otro lugar me siento tan feliz”, escribía mi amigo Chema hace unos días. Con un nudo en el estómago, aún sigo tratando de digerir cómo el precursor de ‘Huelva Secreta’, con miles de seguidores, esté viviendo en Madrid porque nadie le abrió como se merece las puertas de su casa.
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