Caleidoscopio

Vicente Quiroga

La vigencia de El Gatopardo

NO voy a pensar que los lectores recuerden que el pasado 6 de septiembre yo escribía aquí sobre El Gatopardo, con motivo del cincuentenario de la muerte de su autor y de su publicación. Pero es que una frase que alguien recordaba hace poco me mostraba la vigencia del texto de Giuseppe Tomasi de Lampedusa sobre la decadencia de una familia aristocrática en la Italia del siglo XIX, cuyo más notable referencia para muchos es la espléndida película realizada por Luchino Visconti en 1963, considerada uno de los mejores films de la Historia del Cine.

La frase es la siguiente: "Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie". Si la efectividad de la cita, dicha por el príncipe de Salina, protagonista de la historia en la época de Garibaldi en 1860, pudo ser premonitoria, no resulta solamente uno de los aspectos y valores más apreciables de la visión de este hombre, Don Fabrizio de Corbera, príncipe de Salina, par del reino de las Dos Sicilias, señor de Donnafugata y Querceta, astrónomo, descubridor de dos planetas -uno lleva su nombre-, mujeriego y personaje principal de una de las mejores y más tristes novelas del siglo XX.

Entre los muchos críticos y escritores que han analizado el libro de Lampedusa, el escritor catalán, Francisco Casavella, considera que Don Fabrizio, pese a ser un aristócrata de los de antes, sin ser un tópico, una caricatura y ni siquiera un arquetipo, "Su modo de valorar el mundo que le rodea, los hombres y las cosas, es producto de una visión bifocal que llamaremos piedad implacable". La simpatía que el personaje despierta en el lector viene dada por la tendencia que tiene en deleitarse con amenas y refinadas meditaciones aunque luego siempre se equivoque y no asuma sus errores. En suma una evidencia humana: algo cambia pero sólo sigue igual nuestra condición mortal.

Empeñado en celebrar la vida en todas sus complacencias, no hace más que conmemorar la presencia de la muerte desde el mismo inicio de la novela: "Nunc et in hora mortis nostrae. Amen" y ese sucesivo cortejo mortal es el argumento principal de la historia. Pero a mi modo de ver por encima de cualquiera de las muchas sensaciones que nos depare este libro singular, el único que escribió y le valió a Giuseppe Tomasi de Lampedusa alcanzar la gloria, que no pudo disfrutar porque murió sin verlo publicado, hay que reconocerle unos determinados valores que le han permitido codearse, tal vez con menos merecimientos, con títulos tan esenciales en la literatura de nuestro tiempo como Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, entre otros.

Una cosa es cierta: ambos autores basaron sus obras en experiencias familiares que supieron transformar en ficciones de una asombrosa vitalidad. Si la inolvidable película de Visconti con todo su extraordinario valor cinematográfico, sirvió para popularizar la novela El Gatopardo, esperemos que esta conmemoración de su aparición, contribuya a la difusión de un libro sobre el que uno siente siempre el vivo deseo de releerlo. Lo que suele ocurrir con todas las obras maestras.

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