Sentarme a escribir esta columna no ha sido fácil. Tenía ganas de volver para saludarte una semana más con una sonrisa de oreja a oreja, y parece que lo he conseguido. Quizás la sonrisa sea forzada y yo esté más tenso que examinándome del práctico del carné de conducir, pero lo he conseguido. Y es que en el camino he sufrido un bombardeo. Tranquilo, estoy bien. Mis movimientos de ninja me han librado de caer en miles de trampas. He visto llegar mensajes de grupos de WhatsApp, llamadas de clientes, correos electrónicos, sugerencias de contenido de Youtube y hasta ofertas de restaurantes. No me merezco esto, de verdad, no me lo merezco. Yo solo quiero escribir mi columna tranquilo, sin distracciones. Aquí la ley de Murphy hace su magia.

Da igual que esté minutos y minutos invisible al mundo, que cuando ponga un dedo en el teclado del ordenador sé que mi móvil me va a joder vivo. "Álvaro, ¿has visto la irresistible oferta 2x1 en hamburguesas?, "Pepito el de los palotes acaba de indicar que le gusta un tuit tuyo", "María la portuguesa te ha etiquetado en una publicación". Espera, no solo el smartphone. Porque el reloj ya está vibrando otra vez. "Álvaro, mantente en pie durante un minuto", "Has cumplido tus objetivos de ayer, sigue así", "Álvaro, tómate un minuto para respirar". Y yo que agradezco su preocupación por mi salud, pero… Qué estrés por dios. En realidad debería hacerle caso y relajarme (y lo he hecho, aunque me dé coraje reconocerlo).

Los ojos se van a la pantalla de mi iPhone incluso cuando no ha llegado ninguna notificación. "Juraría que he visto la pantalla encendida", pienso. ¿No te pasa a menudo? Hay que parar esto.

Cada día valoro más la tranquilidad. Ese espacio cómodo en el que me siento seguro, que me transmite paz y que me hace tener un bien tan preciado como es la concentración. La mosca "cojonera" que no se va ni a la de tres, el papel de la mesa con el que hago un avión… Ja! Me río yo de las distracciones de toda la vida. Las apps, a través del sistema de notificaciones push, les mea en toda la cara. Reclaman nuestra atención constantemente. Ahora bien, la solución está en nuestras manos. En todo smartphone se puede personalizar y ajustar el sistema de notificaciones. Y hasta han incorporado funciones "No molestar" para que no recibamos notificaciones durante el tiempo que necesitemos. ¿Esto ya lo sabías no? Yo también, pero a veces no nos paramos a ajustar este tipo de preferencias que nos pueden hacer más cómoda la vida ya sea por pereza o por la seducción que nos produce cada notificación que aparece en pantalla. Aprendamos a recuperar la paz y la tranquilidad. Aprendamos a valorar nuestra concentración. Por una vida sin notificaciones. Nos vemos la próxima semana, que ahora debo contestar a 3 mensajes, y comprobar los retuits de mi última publicación ;-)

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