
Monticello
Víctor J. Vázquez
Un país no acordado
2º. Domingo de Cuaresma
EN nuestra Semana Mayor estamos acostumbrados a observar distintos símbolos que representan nuestras costumbres y tradiciones. Uno de ellos es la Palma en el Domingo de Ramos.
Ya en tiempos remotos, los judíos utilizaban las hojas de palmeras datileras en la celebración de la fiesta de la enramada o los Tabernáculos, la última de las siete fiestas solemnes, que coincidía con la recolección de los dátiles. Era una celebración en honor al Señor, para dar las gracias por el fruto de la época de cosecha anterior y era muestra de alegría y regocijo por las cosas que Dios ha logrado.
La palma también tiene un carácter fúnebre, al estar asociada desde la mitología clásica al culto a la diosa Proserpina, reina de los muertos. Este carácter fue asumido por el cristianismo y es una planta que desde sus orígenes ha estado vinculada tanto al mundo de las tinieblas, como al de la luz. Los romanos incluían figuras de hojas de palma como adorno de sus vestimentas y aparece como símbolo religioso de culto primitivo en los restos cerámicos hallados en La Alcudia.
En la época pre-cristiana, la palma fue considerada un símbolo de victoria. Adoptada por los primeros cristianos, se convirtió en símbolo de la victoria de los fieles sobre los enemigos del alma. Aplicándose este sentido especialmente a los mártires, los vencedores por excelencia sobre los enemigos espirituales de la humanidad. Proviniendo de ahí la aparición frecuente en las Actas de los Mártires de expresiones tales como "que recibió la palma del martirio". Justus ut Palma florabit ergo bincimus cum occidimus. El justo florecerá como la Palma, porque para el cristianismo primitivo morir era vencer. En nuestros días, utilizamos la palma como signo de adoración y exaltación de la majestad de Jesús. Con ella acompañamos la procesión triunfal de la entrada de Cristo en Jerusalén, recordando cómo el pueblo recibió a Jesús con alegría, alabanzas y alzando las palmas en su honor. También recuerda la leyenda que indicaba que la palmera se inclinó para ofrecer sus frutos a María durante la huida a Egipto con José y su hijo Jesús de Herodes, Rey de Judea. Con esta misma finalidad, algunas iglesias organizan una procesión en su comunidad con las palmas alzadas y juntos dicen ¡Hosanna!, palabra que aunque originalmente significaba sálvanos ahora, hoy se utiliza como una alabanza similar a Alabado sea El Señor.
El Domingo de Ramos utilizamos palmas blancas, típicas en la región de Elche y que podemos ver lisas, rizadas por habilidosas manos o en nuestras solapas. Para la obtención de la palma blanca se somete a las palmeras a un tratamiento cuyo origen se ha perdido en la memoria, pero que se basa en un proceso de encaperuzado que priva a la planta del contacto con los rayos del sol, por lo que no realiza la función clorofílica y pierde su color verde hasta transformarse en blanco-amarillo.
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