El único escaño

El partidismo es una inflamación ideológica que termina afectando al corazón y al cerebro del propio partido

El periodista y ex político del PP Pablo Montesinos ha desvelado un secreto a voces. Ha leído en directo un tuit de un líder autonómico del PP diciendo que no podían estar contentos con las elecciones vascas porque su objetivo era expulsar a Vox y no se había conseguido. Era un secreto doble: el objetivo del PP y que Vox se jugaba mucho con su presencia en el Parlamento vasco. Tras el fiasco gallego, perder su escaño moral y heroico por Álava, tierra de Abascal, implicaría una tendencia hacia la irrelevancia, letal para las catalanas y para las europeas.

Ahora que Vox ha sacado el escaño y ha aumentado en votos en las tres provincias vascas y Montesinos ha sacado las intenciones peperas del armario, podemos comentarlas sin hacer una feísima atribución de malas intenciones a nadie. Hay mucho que glosar.

Lo primero, volvernos a pasmar de la ceguera que impone el partidismo, que hace que los intereses particulares se sobrepongan a los generales de una forma casi ridícula y suicida. En estas elecciones han estado a un pelo de ganar los herederos de ETA, la suma de los partidos independentistas es abrumadora y Sánchez ha resistido el desgaste bastante bien; y el objetivo del PP era arrebatarle el único escaño al único aliado natural que tiene.

Esto explica el daño que Feijóo se ha hecho a sí mismo, a su partido y a España con esa obsesión de laminar a los de Abascal. En las elecciones generales, costó muchos votos el doble juego (pacto y conspiro, insulto y acuerdo) con Vox, al que jamás se naturalizó como el socio que ya era, desconcertando a propios y extraños. Aquella lección no se ha aprendido.

Aunque hay otra lección quizá más importante, que también impide el partidismo ciego. Las siglas de Vox tienen una importancia relativa. Lo que importa es que existe un voto real con un suelo solidísimo que no se encuentra representado por el PP. Creer que, asfixiando a la marca, esos votos volverán al redil pepero implica confiar demasiado (de nuevo) en las siglas y, por otro lado, hacer dejación de la democrática misión de representar a los votantes. La estrategia, sin embargo, es que me tengan que votar a la fuerza, que ya haré yo con sus votos lo que me dé la gana.

Si el PP aprendiese con el escaño de Vox estas sencillas lecciones elementales sería buenísimo para el PP, para la democracia y para España. Además, no hay otras muchas cosas buenas que sacar de las elecciones vascas.

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