Hay un proverbio japonés que dice "Devolver el favor con daño". Y recuerdo la novela de Schwarz-Bart El último justo. Lo hago porque pienso que vivimos en la era de la ultra-mentira. Que todo sea falso ya no sirve, no nos apacigua. Todo va a más, a mucho más, a un grado extremo, más allá de la propia conciencia, más allá del sentido común.

Los españoles nunca íbamos a pensar que tuviéramos que reconquistar a Cataluña, mucho menos en pleno siglo XXI. Se observaba un problema de convivencia, un mestizaje que los supremacistas no respetaban, y exigíamos respeto. Se ha cataluñizado el resto de España. Pobre de aquel que no lleve una bandera de España hasta en la ropa interior, porque nos tatuarán un lazo amarillo en nuestro cuerpo, como hicieron los nazis con los judíos.

Otros dos proverbios japoneses nos indican: "Si entras en un pueblo, obedece al pueblo" y "Antes pico de gallo que cola de vaca". Y el pueblo suele tomar lo que más le interesa de ambos proverbios y utilizarlos a su libre interés, la mayoría de las veces, sin entender siquiera el significado de los proverbios en sí. La bandera es un símbolo, pero la utilización desmesurada del símbolo nos lleva al "supremacismo". La maldad humana hace que sea muy difícil creer en los dioses, o creer, y esto es interesante, hasta en la propia bandera.

Sófocles, en Edipo en Colono, indica: "No haber nacido triunfa sobre todas las cosas. Pero ya que se ha venido a la luz lo que en segundo lugar es mejor, con mucho, es volver cuanto antes allí de donde se viene." Y estas palabras de Sófocles, nos llevan a Kafka. Pero hay que vivir sin miedo, con esperanza y sin miedo. Intentando pasar haciendo el mínimo ruido. Siempre habrá otros que hagan el ruido por nosotros.

La ultra-mentira genera violencia, y prefiero la debilidad, es más, cómo decirlo, poética. Escribía Kafka: "Existe una debilidad, una falta clara, pero es difícil de describir, es una mezcla de miedo, reserva, charlatanería, tibieza, con ello quiero circunscribir algo preciso, un grupo de debilidades que en cierto modo representan una única debilidad netamente caracterizada (una debilidad que no se mezcla con los grandes vicios, como la mendacidad, la vanidad, etc.). Esa debilidad me mantiene apartado tanto de la locura como de todo progreso."

Escribe Schwarz-Bart en El último justo: "¿Es preciso participar en el dolor de las personas sin que ellas se den cuenta? Sí, así es como hay que proceder". Y así hay que proceder.

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