El viernes estuvimos en viaje relámpago en Madrid con doble finalidad: por una parte, mantener una reunión con responsables de Acción Cultural Española (AC/E) para tratar sobre de la internacionalización de la iniciativa onubense Otoño Cultural Iberoamericano (OCIb). Nuestras interlocutoras se interesaron en hallar fórmulas para colaborar en un proyecto cuyos objetivos coinciden ampliamente con los suyos. Las propuestas les llegaban desde el confín suroeste del estado, allí donde se escucha con fuerza el latido iberoamericano. Sin duda el apoyo de AC/E va a ser clave para que una voz que habla de la cultura andaluza y española resuene cada vez con más intensidad en la otra orilla del Atlántico.

El otro motivo del viaje a la capital era cambiar impresiones con Andrés Rábago 'El Roto' acerca de la exposición de sus pinturas, proyectada para el próximo otoño en Huelva y en Sevilla. Con este motivo, Lupe y Andrés nos invitaron a comer en su casa, donde rememoramos la grata relación establecida en 2016, cuando la exposición Sin palabras de las viñetas de El Roto, con las del cubano Ángel Boligán, dejó literalmente sin palabras a públicos de Huelva, Cádiz y Sevilla, prosiguiendo su exitosa gira en Texcoco (estado de México) y en la Ciudad de México de la mano de su Ateneo Español. Justificadamente, porque se trata sin duda de dos de los mejores dibujantes de prensa del mundo, que día tras día lo reflejan con trazos clarividentes.

Tras un almuerzo sencillo y exquisito, subimos al estudio, escenario de la gestación, a lo largo de más de cuarenta años, de los dibujos de OPS y de El Roto y de los óleos de Andrés Rábago. El factor común que los hace admirables es para mí la maestría con que, con lenguajes diferentes, su creador nos revela rasgos de la sociedad que permanecen ocultos por los velos del prejuicio, la rutina o la pereza mental. Al observar las pinturas, tuve la impresión de que, después del blanco y negro de los dibujos, que acentúa la carga cáustica, el pintor libera la paleta sin temer a que surjan de ella arriesgadas combinaciones cromáticas que dan color a personajes transitando por lugares ¿reales, imaginarios? No pude evitar sentirme identificado con ellos como integrante de una humanidad que, sorprendentemente, me resulta tan lejana como familiar. En todo caso, fue un privilegio esta primicia de lo que en unos meses podrá disfrutar el publico del OCIb.

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