Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Vox, un estado de ánimo
Pedro Sánchez se convirtió en presidente a través de una moción de censura basada en la corrupción del anterior gobierno, y ahora que la corrupción, económica y moral, se ha convertido en la principal preocupación de su actual gobierno, Sánchez mira hacia otro lado y potencia la campaña contra el PP dando por seguro que formará una coalición de gobierno con Vox tanto en las generales como en las autonómicas. Cuando llegan hasta la misma puerta de su despacho las informaciones sobre presuntos delitos de acoso y abuso sexual de uno de sus principales colaboradores, después de responsabilizarse con la boca pequeña de haber atentado las señales de alerta, añade que el Psoe no piensa presentar denuncia, que lo hagan las víctimas de Salazar.
El Gobierno bien que acudido a la fiscalía cuando el “pecado” lo cometían alguno de los adversarios. Pero cuando el pillado en falta, o en delito, es de sus propias filas, colocan la pelota en el tejado de las víctimas. Sabiendo perfectamente las dificultados –miedo, rechazo social, problemas laborales– de una mujer agredida para presentar denuncias.
Es difícil contener la decepción y la rabia, ante un presidente que no se toma en serio los problemas que le afectan personal y políticamente, mientras demuestra intolerancia cero si es un adversario el que afronta situaciones que exigen investigación. O, cuando menos, explicaciones. Isabel Ayuso se convirtió de nuevo en la principal presa a abatir, no se le persona la condena a García Ortiz no se le perdona, como tampoco se perdona a los cinco jueces del Supremo que lo consideraron culpable. Se está hurgando aún más en sus biografías personales y políticas para desacreditarles.
Ante noticias de corrupción que en cualquier país democrático acarrearía ceses y dimisiones, el presidente español presume de que no va a cambiar su decisión de cumplir su mandato ocurra lo que ocurra. Es decir, aunque aparezcan aún más pruebas de que la corrupción es mneda corriente en el sanchismo, piensa seguir en Moncloa. Cederá lo que haga falta para conseguir apoyos parlamentarios calla cuando desde su entorno se insiste en que los sanchistas defienden una España “progresista” y que para ello promueven enterrar la constitución de 78 y promover una nueva que se adecúe a “la diversidad territorial de España”. Lo dijo Armengol abiertamente , delante de Sánchez. Por menos, en un país democrático Francine Armengol sería acusada de cuestionar la ley en vigor.
Es tan grave la situación que personas que votaron a Sánchez hace años porque tardaron en comprender de qué madera estaba hecho, se suman ahora a la preocupación que se vive en muchos sectores sociales. Piensan que, llegado el caso, Sánchez podría actuar como Maduro negándose a asumir un resultado electoral adverso. No es exageración. Lo que parecía disparatado, empieza a calar. No solo en la derecha. La trayectoria de Sánchez, su falta de respeto a la democracia, provoca ese miedo que no se había sentido hasta ahora.
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