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Estos días se celebra por toda la península la pasión, la muerte y la resurrección de Cristo. También seremos testigos del fervor popular, de los atascos procesionales, de las torrijas con miel y del noble arte de esquivar niños que corren con bolas de cera en la mano. Tanto si te emocionas al ver un paso como si solo aspiras a llegar a casa sin tener que dar la vuelta a media ciudad, este artículo es para ti. Porque, querido lector: cada uno, de su madre y de su padre.
Si tienes hipersensibilidad auditiva no vayas a las comarcas del bajo Aragón para visitar la ruta del tambor porque durante más de 24 horas están dándole al bombo sin parar; te estás acordando todavía de cuando tu padre le compró al niño el tambor en la feria y casi lo tiras por el balcón cuando no habían pasado ni diez minutos.
Si se te pone la piel de gallina en los tanatorios, en los hospitales, cuando ves una película de miedo o cuando pasas por un cementerio, no vayas de visita a Verges en Girona. Allí celebran la Danza de la muerte: cinco esqueletos andantes con guadaña incluida hacen un baile por las plazas y las calles del pueblo, legado de las danzas macabras de la Edad Media española y europea. Acostumbrados a las coreografías de Beyoncé seguro que lo puedes recrear en mitad de la noche para que tus hijos tengan pesadillas durante una semana: es muy facilito.
Si sufres de claustrofobia no vayas a salir a dar un paseo el Jueves Santo por el centro de la ciudad, puede que lo pases regular. Al igual que si vives cerca de una iglesia no se te ocurra sufrir una angina de pecho o un infarto el Viernes Santo a las seis de la tarde: aguántate un poquito.
Si quieres asistir a una celebración pagana y hacer en una procesión lo que no puedes hacer en ninguna otra de España vete a León a ver el entierro de Genarín: podrás beber en la calle, gritarle al paso y bailar al son de los clarines y tambores mientras se venera la memoria de un hombre al que le gustaba mucho el orujo.
Si tienes la cadera delicada, artrosis o simplemente la agilidad de un ficus, no te la juegues con esos zapatos nuevos que tienen menos agarre que un hielo cuesta abajo. Cada año se registran decenas de accidentes por culpa de la cera que van soltando las velas de los nazarenos: resbalones traicioneros de viandantes confiados que siguen el paso rezando el rosario sin saber que, en cuestión de segundos, pasarán a formar parte de los cojos de la Santa Semana.
Ay, los abanderados del civismo… Esas cáscaras de pipas esparcidas por las calles como si fueran flores silvestres en plena primavera. Por favor, ¡métetelas en el bolsillo! Cuando llegues a casa puedes entretenerte con ellas, ponértelas de uñas postizas y marcarte un “tra tra, la Rosalía” con todo el arte.
Y si estás preso en la cárcel recuerda que cada Semana Santa el gobierno concede algún indulto: quizás eres uno de los agraciados que podrá comer pipas sentado en un palco.
Que disfrutes de las fiestas, si puedes. ¡Feliz Jueves Santo!
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