
Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Tiempos de rebelión
Dos meses después del gran apagón, los actores involucrados siguen dando vueltas al reparto de responsabilidades y mutuas acusaciones. Era de esperar que ninguno de ellos asumiera sin coste sus compromisos, más bien han aprovechado para aumentar la munición de sus guerritas particulares. Pero la verdad es que a los ciudadanos, que no tenemos ni idea, la mayoría, de oscilaciones de tensión, generadores, renovables y todas esas cosas, tampoco nos va a solucionar mucho que finalmente se averigüe quién es el culpable. Lo que de verdad nos interesa es buscar alternativas a quiebras como esta, que es probable que vuelvan a darse. Y quizás sean útiles también algunas reflexiones.
La primera de ellas es una obviedad: fue un apagón no solo eléctrico, sino global. Telefonía, servidores de internet, centros de datos… todo necesita energía para funcionar, y esta energía está concentrada en pocas manos y pocos lugares: cae una pieza y caen todas. Hace falta, por tanto, una transformación que nos lleve hacia opciones descentralizadas y democráticas. Ya hay iniciativas en esa dirección: redes energéticas y de telecomunicaciones más distribuidas y gestionadas por la ciudadanía, que pueden ser clave en momentos de crisis. Y esa es una posibilidad que debemos tener en cuenta al elegir una comercializadora.
Por otro lado: que esta experiencia nos sirva para ponernos en el lugar de quienes padecen un apagón crónico. Miles de personas sufren cada día la falta de suministro eléctrico, en sitios como la Cañada Real en Madrid, la Zona Norte de Granada o los barrios del Sur de Sevilla. Llevan años soportando la chulería de las eléctricas, que niegan su responsabilidad, y el silencio de las administraciones. Por eso el interés colectivo debe ir en la dirección de unos servicios públicos fuertes, transparentes y al margen del mercado, con capacidad de actuar ante situaciones excepcionales.
El apagón puede ser una oportunidad para repensar el modelo, para encender alternativas en medio de la oscuridad. Del Estado depende modernizar el sistema energético, favorecer su descentralización, pero también los ciudadanos debemos asumir protagonismo. Igual que los vecinos trataron de ayudarse aquel día en que se fue la luz, las iniciativas comunitarias señalan el camino para que no nos quedemos a dos velas. La transición ecosocial es cada vez más urgente.
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