Los rebrotes nos definen

Familia y bares: el coronavirus es un magnífico revelador de nuestras debilidades sociales y económicas

Al igual que las personas, las sociedades se expresan a través de sus emociones colectivas, sus conductas y sus costumbres. Y, curiosamente, todas ellas afloran con particular nitidez en los momentos más críticos, cuando la tensión contenida se desata y las prioridades se reordenan. A veces, esta eclosión de sinceridad dura poco, pero hay un destello que queda. Ahora que hemos desescalado y que, tras meses de confinamiento, hemos salido de nuestras guaridas, los rebrotes nos definen como españoles tanto en nuestros miedos como en nuestra temeridad. Veo, leo y oigo en los informativos que el coronavirus se ceba en los ambientes de la sociabilidad familiar y en los bares y tengo para mí que esto es un verdadero retrato de lo que somos. Que un rebrote se produzca por el encuentro con nuestros familiares viene a testimoniar que la familia sigue siendo para nosotros algo que ya no existe en muchos países de nuestro entorno. Nuestras bodas o nuestros velatorios nunca son, realmente, íntimos. La familia extensa y pseudoparental, esa que nos inserta en un conglomerado prácticamente ilimitado de padres, cuñados, hermanos, hijos, sobrinos, tíos, padrinos, primos y nietos, fue la que nos salvó de la última crisis y la que ahora, paradójicamente, nos expone al Covid-19. No nos llamemos a engaño: de los horrores de la última década no nos libró ni la UE comprando nuestra deuda, ni la fragmentación del empleo, ni la bajada de precio del barril de brent, sino la pensión de los abuelos, el plato de comida de la tita y la letra que nos pagó nuestra prima. Nuestras autoridades sanitarias debieron tener en cuenta que consentir el reencuentro familiar era tanto como empujarnos a una reunión que irremediablemente pasaría de las icónicas diez personas. También debieron sospechar, que los españoles y españolas tenemos una incapacidad congénita para distinguir entre familia y amigos y que, de inmediato, hablar de reencuentros se traduciría en organizar largas veladas multitudinarias de amigosquesoncomohermanos, en las que se come y se bebe y que, por lo tanto, no admiten las mascarillas. Porque la vida social nos puede, reflejando nuestro concepto del ocio, la afición y el tiempo libre: vean ustedes cómo no tenemos rebrotes en los museos o en las bibliotecas o paseando por los parques. El coronavirus es un magnífico revelador de nuestras debilidades sociales y económicas: no concebimos una forma mejor de disfrute que no pase por salir, alternar, comer, beber o bailar, y, en consecuencia, nuestro tejido empresarial se nutre de la hostelería y los servicios -viva el mercado interno- restando energías a otras formas de gasto e inversión.

La vida no parece tener sentido sin nuestro gran círculo de familiares y amigos y nuestros bares, incluso cuando los pongamos en peligro por no respetar la distancia física o los aforos o el uso de las etiquetas respiratorias.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios