Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Sevilla, su Magna y el ‘after’
UNO de los tantos males endémicos que sufrimos en la provincia de Huelva persiste a lo largo del año en la capital y se agrava especialmente durante los meses de verano. Prácticamente todos los onubenses debemos soportarlo en algún momento, 140.000 personas, a las que se suman algunos miles más, visitantes esporádicos, ocasionales o habituales, unidos a esas ganas de escapar a la costa, a la más cercana de la capital onubense, que es lugar de paso para quienes tienen predilección por los mismos puntos que son Meca del veraneante en tiempos de calor, chiringuitos y playa.
Quienes tratan de compatibilizar los tiempos con los días de trabajo, y también quienes intentan descansar y buscan una salida del entorno habitual, chocan con el mismo muro tras el volante, en forma de retenciones, tiempo y paciencia perdidos, riesgo de accidentes y una amenaza de sedentarismo posterior para evitar la repetición de escenas similares en carretera.
Las salidas, o entradas, de la ciudad hacia el sur, al entorno metropolitano o a los núcleos vacacionales de la costa, están plagados de retenciones de tráfico e incidentes, expuestos a retrasos con el agravante de las horas, sea al mediodía aún sin almorzar, o camino de la playa, capeando con la impaciencia infantil en el asiento de atrás con el bañador puesto.
Y no es culpa realmente de nadie cuando el escenario es el que es. Aunque sí se puede responsabilizar a quienes deben tener la iniciativa de buscar una solución estructural más que un remedio coyuntural. Y a nosotros mismos, quienes lo sufrimos, cualquiera de los onubenses, por no reclamar una intervención claramente necesaria y que rara vez aparece en esos listados de infraestructuras de comunicación que tanta faltan hacen a esta provincia olvidada. Porque más que un tercer carril reversible en la autovía de futuro peaje, Huelva necesita de un puente nuevo sobre el Odiel que absorba el tráfico de más de 50.000 vehículos diarios que soporta el actual, o que lo reduzca con propuestas alternativas de la mano del transporte público.
Debo confesar que esperaba algún otro incidente importante para escribir sobre esto. Pero no creo que haga falta. La incidencia se ha fundido hace tiempo con lo cotidiano y sólo cuando las diarias retenciones superan el límite general de la paciencia es cuando trasciende y se convierte en una protesta unánime, como ocurrió una tarde de domingo desde El Cruce, un mes atrás. Mientras, la normalidad ha incorporado la incomodidad, el ocio asume el obligado tedio de la espera en carretera y el tiempo se dilata más que nunca para pensar en busca de posibles alternativas que hagan real el descanso y feliz el momento de buscar la playa, sin lugar para el arrepentimiento.
En tiempos de agendas ecológicas, retos por la sostenibilidad, alternativas verdes y descarbonización total, buena será la inversión en un transporte público que eliminara vehículos particulares de la carretera, y que utilizara algunas de las fuentes de alimentación en vías de desarrollo como alternativa a los combustibles fósiles en vías de extinción.
Siendo Huelva paraíso de las renovables y capital europea en ciernes del desarrollo del hidrógeno verde y sus vectores como oro energético de futuro, quizá cabría experimentar con un transporte que pruebe esa nueva alimentación sostenible y solucione el grave problema de movilidad que tiene Huelva capital, especialmente en verano.
Quizá un tranvía metropolitano, capaz de llevar viajeros a poblaciones cercanas como Corrales, Bellavista o Aljaraque, por supuesto Punta Umbría, El Portil y El Rompido. Pero también, por qué no, Mazagón, San Juan del Puerto, Moguer y Palos; La Alquería y La Ribera, como también se ha hablado en el Pleno de la capital esta semana.
Para ello habría que hacer construir un nuevo puente sobre el Odiel, quizá sólo para este moderno tranvía con carril de doble sentido y suficiente capacidad para compatibilizar con otros usos, pasando por Marismas del Odiel silencioso, sin impacto, convertido, como la canoa entre islas y esteros, en mirador privilegiado de esa gran joya natural que tenemos a un paso de casa.
Y quién sabe si al final tampoco sería tan descabellada esa propuesta de túnel entre la Avenida de Andalucía y el puente del Odiel, recogida en el Plan de Movilidad Urbana Sostenible, solución revalorizada tras los cambios en ejecución en el entorno de La Merced, y para el Paseo Marítimo que es vía de paso obligado para quienes llegan de la A-49 rumbo a las playas de Punta. ¿Podría haber una estación de tranvía metropolitano en la Avenida de Andalucía, junto a los Bomberos que en breve de allí se marcharán?
Si Cádiz está unida a San Fernando y a Chiclana con el Trambahía, el tranvía metropolitano de la Bahía de Cádiz que explota Renfe como un cercanías, ¿por qué no Huelva, su área metropolitana en crecimiento y sus playas cada vez más concurridas? ¿Por qué no entender que es más una necesidad evidente que un capricho?
¿Y si se aprovechara –por qué no insistir– el extraordinario momento industrial que tenemos a las puertas para liderar también soluciones de movilidad con los nuevos biocombustibles y productos energéticos de futuro inmediato? Como tantas veces hemos oído y defendido, ¿por qué Huelva va a ser menos que otros y no va a tener un medio que es realmente necesario, especialmente en verano?
¿Por qué no esa nueva plataforma multimodal, para tranvía y vehículos rodados, que también libere el puente sifón en exclusiva para peatones y bicicletas?
Los flujos de tráfico diario están ahí. Las incomodidades, las incidencias y la necesidad, también. Y la oportunidad. Puede que sólo falte ambición para reclamar con fuerza, como tantas otras vitales, una infraestructura que no se debe perder de vista.
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