NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
El niño que se sentaba en las piernas de sus abuelos para golpear las teclas de la máquina de escribir, coloreando el folio con palabras, divirtiendo las horas, ni tan siquiera se imaginaba que alguna vez ocuparía estas páginas. Sólo soñaba con jugar con las letras, estirarlas como plastilina, moverlas como los coches de carrera. Con el tiempo, aquel juego se convirtió en afición y la afición en servicio. Creo en la utilidad de la palabra. Una utilidad extraña, eso sí. Algo que he tratado de ensartar desde comienzos de septiembre de 2021 hasta hoy, en los que ocupé un espacio en este periódico, siendo muy consciente de que los artículos entran en la parte de la opinión, es decir, donde no todo el mundo ha de pensar lo mismo, cuestión de perspectivas, pero sin dejar de lado la noción del persuadeo, esa belleza del arte de limar las fronteras entre la razón y la emoción. Desde aquel día, semana a semana, mi propósito fue el de mezclar la actualidad, lo literario y siempre con referencia a este rincón suroeste. Tejiendo. El propio nombre de enhebrando es un homenaje a las mujeres, en especial de mi familia, mantenedoras de la palabra y de la ficción, de ahí la vinculación de la costura con lo escrito: la trama, el nudo, cortar, hilar fino… En más de un texto he dado pespuntes y cuando me pasaba del límite establecido he tenido que coger dobladillos. Saltando la modestia, espero que en alguno lo haya bordado.
Ya van para casi cuatro años en los que nos hemos acompañado, gratis et amore, antes los martes y ahora lo viernes. Hoy me despido, así que toca agradecer. Primero a María Ángeles Pastor, columnista a quien pueden leer por aquí, en las voces agitadoras de La otra orilla, pues me incitó a este salto en paracaídas. Después a los directores de este diario, a Juan Antonio Romero, por darme la oportunidad, y a Javier Ronchel, por renovarla. Mil gracias a los redactores y redactoras del periódico por estar al tanto de la recepción y publicación. Gracias a las cafeterías que me han acogido terminando estas líneas, últimamente en La Grosera, donde un café descafeinado ha dado para mucho. Cómo no acordarme de mi entorno, amistades, familia, promotores de tantos contenidos. Tengo hasta la suerte de tener a mi propia redactora jefa en casa, revisora y cómplice. Y, por supuesto, a lectoras y lectores del Huelva Información. Desconecto de aquí antes de que el disfrute se convierta en obligación. Feliz. Honrado. Seguiré escribiendo pero en diferido. Feliz verano y hasta pronto.
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