Crónicas urbanas

Jordi Querol

Hasta pronto Cartaya

Superados San Juan del Puerto, Trigueros, Valverde del Camino, Jabugo, Cumbres Mayores, Zafra, Mérida, Trujillo, Madrid y Zaragoza, llegamos a Barcelona, ayer sábado. Para los que nos dedicamos a la arquitectura los tiempos no son muy buenos pero, para poder continuar, tenemos que implicarnos otra vez. Ahora, Gracias a Cartaya, nuestros cuerpos ya están recuperados, o sea, listos para la lucha. Durante el verano, hemos cambiado de aires, de atuendos, de horarios, de paisajes; en pocas palabras, de actitud. En El Rompido todo eso es fácil de lograr. Mañana empiezan otras cosas: e-mails, llamadas telefónicas, informática, ordenadores, estrés y, sobre todo, unos ritmos y unos sonidos desatados, o sea, fantasmas propios de la gran ciudad, que en Cartaya no se dejan ver.

Con independencia a los adioses a amigos y familiares (que es lo más doliente), el fin de las vacaciones también conlleva la tristeza de tener que renunciar de sopetón a los escenarios que nos han cobijado con amabilidad durante el veraneo: la Flecha del Rompido, 'Ca Cardenas', las mareas, los pinos, la calle Cuesta del Rompido, la profunda serenidad de Cartaya temprano por la mañana, su castillo, la carismática figura de Millán (su alcalde) recogiendo los domingos su prensa predilecta … y, sobre todo, esta peculiar música del andaluz rotundo que ha sido el cántico de fondo durante agosto.

Me despido también de las cosas que han acaecido (unas buenas y otras no tanto). Las buenas: la pronta terminación de la carretera de Malpica; la lectura (leemos mucho más) y reparamos cosas que en invierno no nos atrevemos y, al final, descubrimos con satisfacción que somos capaces de hacerlo. En Cartaya, al conversar más a menudo con familiares y amigos, la dedicación al deporte y, seguramente, al ver menos televisión (que en España en general es muy fatigosa), el cerebro se nos reorganiza positivamente. Las malas: es algo turbador comprobar cómo ciertos ciudadanos aparcan frívolamente en el vado (aún no oficial) de mi chalet, existiendo otros espacios libres cercanos; durante el verano las colas en las ferreterías son exageradas; pero sobre todo el morrocotudo y aterrador tráfico náutico en la ría del Piedras (supongo que alguien instruido está trabajando seriamente en el tema). Sin embargo, lo más horrible del verano, entendiendo eso como nuestras vacaciones, es que siempre finiquitan. Con él se va un año más, regresamos al trabajo, y allí nos espera un poco de todo. Lectores, mar y vientos del sur, continuaré con vosotros pero tecleando mis artículos desde Barcelona. Mi verano ha terminado y, feliz y recuperado, retorno a casa. Cartaya: hasta pronto.

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