la otra orilla

Javier Rodríguez

Sus primeras vacaciones

Sentir la brisa fresca de la playa en la cara durante un paseo al caer la tarde. Leer relajadamente una buena novela o, simplemente, un buen artículo del periódico. Darse un chapuzón y sentir cómo el agua nos desconecta por segundos de los problemas cotidianos. Recorrer un sendero por la Selva de Irati o la de Castaño del Robledo. Tomar una cerveza y una tapa en una terraza. Pasear con la familia, con la pareja o con algún amigo o amiga. Andando o en bicicleta. Visitar una catedral gótica. Visitar una ermita románica. Visitar unas ruinas romanas. Visitar un museo. Pasar el día en un parque acuático o en un parque de atracciones. Disfrutar de un concierto, de una obra de teatro o del cine de verano. Reencontrarse con amistades y familiares. Dormir más de lo habitual. Pasar un día sin hacer nada. Hacer barranquismo, piragüismo o submarinismo.

Son todas ellas cosas de las que podemos disfrutar los que en estos días nos cojamos vacaciones. Algo que, por fortuna, adquiere más valor en nuestras sociedad en la medida en que somos cada vez más personas las que trabajamos y menos las que lo de pasar algún día sin hacer nada es la costumbre. Pero una cosa no tiene sentido sin la otra. No tiene sentido que cada vez más personas trabajen si no se garantiza que lo hagan con “todas las de la ley” y eso incluye el derecho al descanso.

Un compañero que lleva poco tiempo con nosotros se iba hace unos días de vacaciones. Hasta ahí todo normal, pero, cuando se despedía me decía emocionado: “son mis primeras vacaciones”. Son sus primeras vacaciones pese a llevar toda la vida trabajando, primero en su país, donde esto de los derechos laborales son una lindeza y después en el nuestro propio, donde, pese a haber escapado de las amenazas de muerte que le obligaron a huir con toda su familia, ha permanecido más de tres años “en situación irregular” que es la situación que los que alientan eso de las “migraciones ordenadas” aprovechan para explotar, obviando todas las leyes, a gente como mi compañero: “Sin vacaciones claro, que te estoy haciendo un favor”.

Disfrutaremos de estas vacaciones escogiendo varias opciones de la carta que nos ofrece en el primer párrafo, pero no olvidaremos a las personas que todavía, a día de hoy, no saben lo que es el derecho al descanso y, seguiremos luchando porque anomalías como esa sean cada vez más raras y más larga la lista de cosas de las que disfrutar.

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