tiempo de academia

Manuel Enrique Figueroa Clemente

Profesor de la U. de Sevilla. Académico de número de la Academia Iberoamericana de La Rábida

Una película con una sonrisa y, tal vez, una lágrima

La película muda El Chico (The Kid) se inicia con esta frase. Escrita, producida y dirigida, en 1921 por Charles Chaplin, Charlot, compositor también de su banda sonora. Se estrenó hace 100 años y merece un justo recuerdo. Las interpretaciones de Charles Chaplin, Jackie Coogan, como El Chico, y Edna Purviance, la mujer que abandona a su hijo, son de una gran fuerza expresiva, con primeros planos que han pasado a la historia del cine. Antes de ser famoso y rico, Charles Chaplin tuvo una dura vida, que nunca olvidó y actuó en consecuencia por los desfavorecidos cuando la vida le dio el reconocimiento que alcanzó. Charles Chaplin fue arrebatado de su madre a los siete años y enviado a un lugar para niños pobres, posiblemente muy triste. La grandeza de la película es que tiene un tinte autobiográfico sin que el espectador lo sepa, ya que los dos personajes centrales, el ciudadano pobre que interpreta el propio Chaplin y el niño, El Chico, son la imagen de adulto y niño de Charlot, hecho reconocido estudiosos de la película, como Silvia Rusiñol.

No es objeto ni intención de esta colaboración desvelar el contenido, y menos aún el final, de esta excelente película. La invitación a que todo el mundo la vea es muy clara. En la película, una mujer de clase muy acomodada ha tenido un hijo siendo soltera y, con gran dolor, decide abandonar al bebé, con la esperanza de que una familia rica lo recoja en adopción. El dolor de la madre es grande ya que su propia familia podría haber acogido al niño, pero los convencionalismos sociales, la falsedad de una sociedad, se lo impedían. Pero el pequeño terminará en manos de un ciudadano pobre que vive en un barrio descartado, una persona con valores llena de ternura. Hasta ahí desvelamos la trama; el contenido es muy profundo e invitamos a descubrirlo. Hay momentos de gran trascendencia, como la imagen de la mujer con el niño en brazos y la visión en paralelo de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario. Un rótulo en la película muda manifiesta "La mujer cuyo pecado era ser madre", pone en evidencia la crítica social de Chaplin. La incomprensión de una sociedad falsa. En un barrio desfavorecido, se vive , pero es posible la tranquilidad y la felicidad, y también la solidaridad. Allí vive El Chico los primeros cinco años de su vida con la persona que lo acoge, un ciudadano sin nada, pero generoso y tierno. Hay que ver la película en su contexto original, es decir, una sociedad que no admitía a una madre soltera, condenándola sin juicio.

También la frialdad de la justicia, de las normas, puesta de manifiesto en la escena donde El Chico es arrancado de los brazos de su padre adoptivo, que le ha dado una vida feliz, y lanzado sin ningún afecto a la parte trasera de un coche de los servicios sociales. La película utiliza todas las posibilidades expositivas para conducirnos al análisis del abandono, el sentido de la maternidad, el acogimiento, la educación, la caridad, la solidaridad, la ternura, la actitud de las instituciones, el dolor de una madre que abandona a su hijo por razones sociales, una sociedad hipócrita y el cariño de los padres adoptivos. La Ley de Protección de Menores contempla el acogimiento como una medida de apoyo y protección a la infancia. El artículo 173 del Código Civil establece que, "El acogimiento familiar produce la plena participación del menor en la vida de familia e impone a quien lo recibe las obligaciones de velar por él, tenerlo en su compañía, alimentarlo, educarlo y procurarle una formación integral en un entorno afectivo". En la película aparecen varios textos de un intenso contenido, por ejemplo: "La Caridad para unos una obligación para otros una alegría".

Hay mucha ternura y mensajes que llegan al corazón en esta película. El Chico, 100 años después de su estreno, es una película muda y en blanco y negro que transmite luz y esperanza, gritando a voces la verdad desde su silencio, una película llena de ternura y valores morales y éticos, donde se mezclan sonrisas y lágrimas. Sirvan estas líneas de invitación a su visionado. Los que ya la vieron, que se conmuevan de nuevo con esta película. Quizás hoy con un mundo doliente, niños abandonados y familias destrozadas por la guerra, la pobreza o los desastres climáticos, el recuerdo a la acogida, desde el amor, la comprensión y la ternura, es imprescindible. Comprender y ayudar a madres que no saben qué hacer con sus hijos en una sociedad que no acoge fácilmente. Ayudar a esas madres que cuidan solas a sus hijos e hijas. Con seguridad muy pocos jóvenes han visto El Chico. Yo invito a la juventud a que de una oportunidad a esta película. Estoy seguro que se conmoverán con ella, apreciarán sus valores y percibirán que es "una película con una sonrisa y, tal vez, una lágrima", que muestra los valores que necesitamos hoy. Sirva este texto como reconocimiento a mi compañero de Academia Vicente Quiroga por lo mucho que nos ha enseñado sobre música y cine.

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