La trágica Guerra Civil
Historias del fandango
Rengel, 8/8 | La Guerra Civil provocó tragedia y un cambio importante en la vida de Antonio Rengel, que se trasladó a vivir a Sevilla, donde abrió la Pensión Lisboa
Días antes de estallar la Guerra Civil, cantaron en el Ideal Cinema el Niño del Barrio Obrero, Rebollo y Rengel. Y a finales de julio de 1936, con la violencia y la muerte desatadas en todo su dramatismo, los periódicos habían sido obligados a cambiar su línea editorial, impuesta por los mandos del ejército golpista. El diario La Provincia anunciaba una “magna función de arte andaluz organizada en honor y homenaje a las tropas del Ejército que libraron a Huelva del predominio marxista”. Actuarían el Niño de la Alameda, Paco Isidro y Antonio Rengel, entre otros artistas. Tanto Isidro como Rengel serían llamados para que cantaran por las noches en directo en los estudios de Radio Huelva, antes de emitirse el parte de guerra, como reclamo para atraer la atención de la ciudadanía.
Su hermano Pepe
Contó Onofre López en su conferencia en la Peña flamenca un hecho trágico que le había dicho su familia y que influyó decisivamente en la vida de Antonio Rengel. “Habían desembarcado en el puerto unas cajas de pescado inmaduro que, según la ley, no podían ser descargadas del barco. Pero su hermano Pepe, responsable de la venta en pescadería, pensó que con ese pescado se podían alimentar muchas familias pobres de una gran casa comunitaria de vecinos, en la calle Bailén, así que dispuso de un carro y se lo llevó para repartirlo. La Guardia Civil, que lo había prohibido, detuvo a Pepe de inmediato y lo ingresaron en prisión”.
“Antonio comenzó a mover a sus amistades, que eran muchas –todos los señoritos de Huelva–, para poder liberar a su hermano. Conociendo su popularidad, un día le llamó el gobernador civil y le propuso que cantara en directo unos cuantos fandangos antes y después del parte de guerra. Así estuvo Rengel muchas noches, unas veces acompañado por el guitarrista Rofa y otras cantando a palo seco, creyendo que esto le valdría para que soltaran a su hermano. Pasado un tiempo, una madrugada llegó a su casa y encontró a sus padres llorando. A Pepe lo habían fusilado, junto a otros presos, después de un juicio sumarísimo en la cárcel, acusado de comunista y subversivo contra el régimen”.
“El pesar de Antonio fue tremendo; de nada habían valido sus esfuerzos y su servicio. Aquellos amigos de la alta clase social, las promesas de algunos militares, que se comieron muchos estofados de rabo de toro y bebieron mucha manzanilla en el mostrador del bar de Rengel, el mismísimo gobernador… todos le habían engañado miserablemente. Huelva le había fallado y Rengel pensó que su voz y su persona no tenían nada que hacer en la ciudad donde había nacido”.
La Pensión Lisboa
En 1937 liquidó su conocido bar de Huelva y contrajo matrimonio con su compañera Socorro Gómez en Sevilla. No tuvieron hijos y en 1942 adoptaron a una recién nacida a la que bautizaron con el nombre de Marisol Rengel Gómez. Sevilla fue desde este año su residencia definitiva; primero abrió una pensión en la calle San Roque y después se mudaron a la definitiva, en la calle San Eloy número 11, a la que pusieron el nombre de Pensión Lisboa.
¿Qué fue para el artista retirado Antonio Rengel esa pensión? Un lugar de encuentro, de charlas, un donde recibir a buenos aficionados al flamenco, a toreros, artistas, periodistas, escritores… donde seguir cocinando su estofado de rabo de toro que tanta fama le había dado; donde echar en ocasiones ratitos de cante con sus amigos en el patio o en el “Seis” (el salón comedor que tenía la figura de este número), entre los que se contaban los guitarristas Manolo de Huelva y Niño Ricardo, los cantaores Niña de los Peines, Pepe Pinto, Manolo Caracol y su padre Caracol el del bulto, Pastora Imperio, Conchita Piquer y su marido el matador Antonio Márquez, los también toreros Cagancho y Gitanillo de Triana, el Príncipe Gitano con su hermana La Terremoto, el periodista taurino de ABC Antonio Díaz-Cañabate [4]… Los días de Semana Santa y feria aquella casa de huéspedes era un hervidero de famosos.
Este año, Rengel fue llamado para cantar en una función teatral con la Agrupación Álvarez Quintero ante los jerifaltes de Falange y Requeté, en un acto destinado a recaudar fondos para los niños pobres. Era por entonces cuando el bando vencedor pedía oro a los españoles: “¡Españoles! España necesita vuestro oro; entregádselo y ayudareis a restablecer la grandeza de vuestra patria”, decía la proclama.
La muerte de Antonio Rengel
El 19 de enero de 1961, a la edad de 57 años, Rengel falleció en Sevilla a consecuencia de una cirrosis hepática y una trombosis cerebral. Lo enterraron al día siguiente, el día del patrón San Sebastián, su barrio de origen. Calló el cantaor que había dado tanta personalidad al fandango de Huelva, su mejor estilista. Su trato afable y afectuoso le atrajo el aprecio de cuantos le trataron. Su amigo el periodista taurino Antonio Díaz-Cañabate publicó en ABC una sentida necrológica [1].
La personalidad de Antonio Rengel dejó huella en quienes le trataron, porque “era un hombre bueno y humilde que despedía las raras luminarias de la amistad andaluza… un andaluz oscuro que tenía luz propia, luz de ángel, luz de cielo azul… un efluvio de bienestar que nos prendía” [2].
Rengel siguió en el recuerdo. Dos años después de su muerte, López Jara glosaba la serrana, ese cante que tanto gustaba a Silverio Franconetti, a La Parrala y al discípulo de ésta, Antonio Silva El Portugués que, como hemos visto, fue quien se lo enseñó a Rengel cuando era un adolescente.
Cuando sale la aurora
Sale llorando
Pobrecita y qué noche
Estará pasando.
Porque la aurora
De día se divierte
Y de noche llora.
Años más tarde, en 1972, José Calero recordaba cómo Antonio Toscano, uno de los más dilectos alumnos de Rengel, descubrió ante sus compañeros socios de la Peña Flamenca de Huelva una antología con los mejores cantes de Rengel, discos prácticamente desconocidos hasta entonces. Una joya. Y se le enmarcaba conforme a la grandeza que tuvo como artista flamenco: “Rengel [3] está en el recuerdo de todos los onubenses que gustan de la flamencología; su arte figurará en la historia del flamenco, en la discoteca donde están los ases del cante jondo”, afirmaba Calero.
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