
Caleidoscopio
Vicente Quiroga
“Clásicos”
La esquina
Contrito y fúnebre se apareció Pedro Sánchez en la sede de Ferraz para disculparse ante los españoles por el fracaso estrepitoso y reiterado de su política de personal y proclamar que, sin embargo, él sigue. Como si nada.
Llegó a la Secretaría General del PSOE recorriendo España en un coche modesto con tres correligionarios muy devotos que después salieron golfos (hicieron alguna trampilla ya en las primarias socialistas que encumbraron al jefe). Los tres se han revelado corruptos en grado superlativo. Alcanzó al fin el Gobierno de la nación denunciando la corrupción en el PP y con un programa de regeneración política y ejemplaridad democrática, y puso a su primer secretario de Organización en el partido como ministro de Transportes –el que maneja más dinero para invertir–, al que suspendió de militancia cuando la Justicia empezó a hurgar en sus manejos y mordidas de nivel millonario. A su segundo secretario de Organización, también fontanero de la primera hora de las primarias, le concedió aún mayor relevancia política: lo mandó como su hombre de máxima confianza a negociar con Puigdemont la amnistía con que se compró la investidura (autoamnistía, según la Comisión Europea).
Son dos buenas piezas Ábalos y Cerdán, pero no precisamente dos piernas: números dos, o tres, sucesivos del Partido Socialista Obrero Español, autollamado a rescatar a los españoles de la podredumbre que carcomía al Partido Popular. Los dos cometieron las fechorías que ahora vamos conociendo durante todos estos años. Sánchez no se enteró hasta el jueves. Por la prensa difusora del informe de la UCO a instancias del Tribunal Supremo. Horas antes el partido que lidera él y sólo él emitió un comunicado defendiendo todavía la inocencia de Cerdán.
Por eso se dijo triste y decepcionado, sorprendido por las noticias que devoran la credibilidad de su proyecto. Un cero, pues, en materia de selección de la plantilla de colaboradores más inmediatos e íntimos, si de verdad no ha sabido nada, ni visto nada ni oído nada sobre el fango –éste sí– en el que han andado revolcándose. Otro cero, por supuesto, en materia de ética y honradez, si vio, oyó y supo pero miró para otro lado porque los cohechos también financiaban al partido. Sea como fuere, debió dimitir en vez de hacerse la víctima y compungirse maquillado para funeral.
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