La paz en la escuela

Hace unos días, mientras recogía a mis hijos en su colegio, contemplé la escena de cómo una madre se quejaba de que habían pegado en clase a su hijo

Alumnos corren en el patio de un colegio.

Alumnos corren en el patio de un colegio. / Eduardo Parra (Europa Press)

Quizás no lo sepa porque no tiene hijos u otros familiares que acudan a colegios o institutos, pero hoy, 30 de enero, se celebra el Día Escolar de la Paz y la No Violencia. Una fecha que se hace coincidir con la efeméride del asesinato de Mohandas Karamchand Gandhi, más conocido como Mahatma Gandhi. Por cierto, Mahatma es un apelativo, Alma Grande, que le impuso otro Premio Nobel, aunque en esta caso de literatura, Rabindranath Tagore (que fuera traducido al castellano por Zenobia Camprubí). Una jornada para la reflexión, para la pausa y para la concienciación. Porque no sólo hay que mirar a Gaza o a Ucrania, porque la violencia no solo tiene su coto en los telediarios de media tarde. La bestia del odio habita en nuestras calles y en más ocasiones de las convenientes se cuela en los pasillos de los centros educativos.

Hace unos días, mientras recogía a mis hijos en su colegio, contemplé la escena de cómo una madre se quejaba de que habían pegado en clase a su hijo y éste, que apenas tendría 6 años y se elevaba pocos palmos sobre el suelo, andaba gritando desesperado "¡es un hijo de la gran puta!". Todo, absolutamente todo, un despropósito; la violencia física y la violencia verbal. Como el habitual comentario de, si te pegan, tú te defiendes, que en realidad conlleva un golpea, no te quedes tú sin golpear. Las aulas son espacios de convivencia, y, por tanto, también de conflictos, pero en el mundo que hemos creado para los jóvenes habitantes de las escuelas hay una jerarquía propia y unas normas para la resolución de estas fricciones. Y entre ellas no está el ojo por ojo. Pero las normas de los centros educativos simplemente imponen un código de conducta, no impiden. Y por eso tenemos chavales en guerra, y cada vez hay más quedadas para la violencia. Golpe sobre golpe. No es una película ni un videojuego, son las aulas, o a la salida te espero. O ya directamente por la tarde. En muchos casos con un fin, poder tener grabaciones de peleas para subirlas a redes sociales. El hedonismo del like, de las visualizaciones, de la divulgación, pero por medio del odio. Y es que el multiverso online ofrece otra realidad en la que difundir y promover la crueldad. En el lado positivo, estos casos son aún los menos, pero existen. Y mirar hacia otro lado sería un flaco favor. Así que no dejemos de festejar estas llamadas al pacifismo, a toda la simbología que la sustenta, y a todo adorno que predique la no violencia.

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